Por: Jaime Castilla Barraza
Este artículo se hace con la esperanza que sea leído. De su lectura se espera que muchos docentes se motiven en el tema. Motivar en el tema de la lectura no es muy sencillo, menos aún en un texto que tal vez no cause el efecto previsto. Y es que leer no es sólo llegar hasta el punto final del último párrafo de un texto. Leer es comprender, entender, asumir, apreciar, decodificar, y un largo etcétera, las ideas de quien escribió el texto.
Este artículo se hace con la esperanza que sea leído. De su lectura se espera que muchos docentes se motiven en el tema. Motivar en el tema de la lectura no es muy sencillo, menos aún en un texto que tal vez no cause el efecto previsto. Y es que leer no es sólo llegar hasta el punto final del último párrafo de un texto. Leer es comprender, entender, asumir, apreciar, decodificar, y un largo etcétera, las ideas de quien escribió el texto.
Leer no es sólo un hábito, sino una forma de vida, que haya su máxima expresión en el regazo de la lectura reposada, donde no hay más que un escenario, el que el autor grafica con puntos y comas. No hay más que dos actores, quien lee y quien es leído. No hay más tiempo que el que impone el compás de la lectura, con la cadencia de las palabras que ha escrito en forma de versos, lecciones o historias imposibles de visualizar sino a través de la lectura sesuda.
He ahí la riqueza del sentido de la lectura, cuyas aplicaciones funcionales dependen del interés de cada cual. Enseñar a leer (que no es sólo enseñar el manejo de los grafemas y los signos de puntuación, desde la perspectiva fonética), representa un reto importante para cualquier docente, al margen del nivel o especialidad que trabaje.
Como lo han demostrado sendas pruebas nacionales e internacionales en las que Perú ha participado, en nuestras escuelas aún persiste un duro trabajo pendiente. El de reconciliar a nuestros estudiantes con el texto. Y es que los bajos rendimientos, incluso en áreas distintas a la Comunicación, están asociadas a la comprensión lectora, la misma que haya su expresión menos trabajada en la ausencia de tiempo de lectura en la vida escolar. Nuestros estudiantes necesitan leer, sin mayor duda ni prerrogativa.
¿Cómo hacer para que nuestros estudiantes dejen de lado los videojuegos para interesarse en el ejercicio de leer? ¿Cómo hacer que los más pequeños se acerquen a los libros, dejando de lado a la televisión? Si bien el Plan Lector da una serie de recomendaciones al respecto, es necesario que hagamos una reflexión previa. ¿Quiénes tenemos estudiantes en aula leemos? ¿Leemos por el gusto de aprender? ¿Nos exigimos lo mismo que pedimos a nuestros estudiantes? ¿Disfrutamos de la lectura? ¿Hace cuánto que no leemos un libro?
Uno de los secretos más exitosos en el campo de la motivación o el Coaching, radica en la autoprogramación o mentalización. No se es sino lo que uno piensa de sí mismo. Debemos acostumbrar a vernos como lectores asiduos y más aún a nuestros propios estudiantes.
Asimismo, se debe de desmitificar a la lectura. Apartarle adjetivos como “aburrida” e “inútil”. Identificarle valores agregados como “enriquecedora”, “fuente de conocimiento”, entre otros.
Diversos estudios demuestran que le lectura continua, así como el ejercicio mental (cálculos matemáticos, por ejemplo), aseguran la lucidez mental en la tercera edad. Por ello, es vital que no se pierda de vista la interacción entre los libros y los estudiantes. Leer, leer y leer.
Una invocación a los docentes de aula, es la de leer el mayor volumen de material que se pueda, de la mejor calidad posible. La ventaja de nuestros días es que la Internet abarata costos, pero debemos de emplearla no sólo para cuestiones de distracción sino de crecimiento profesional.
No hay mejor forma de enseñanza que el ejemplo. ¿Cuán valioso es que nuestros estudiantes vean que leemos y que compartimos con ellos lo que vamos descubriendo? Hay que romper con el círculo vicioso de las lecturas resumidas y adentrarse a los libros de verdad. A sus innumerables capítulos. Redescubramos con nuestros estudiantes, la fascinación del sonido de la hoja que corre, mientras nuestra mente ya visualiza la página siguiente. Saquemos los libros de los anaqueles y pongámoslos en las manos de nuestros estudiantes. Es un imperativo ético y estratégico para los años venideros.
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