miércoles, 29 de junio de 2011

El Papel del Tutor en el Aprendizaje Virtual

La Importancia del Facilitador en los Procesos de E-learning

Ni siquiera somos conscientes del problema
Durante bastantes meses compartí aula con profesionales del mundo de la banca, telecomunicaciones, informática o seguros. Claro está, eran tiempos anteriores al estallido de la burbuja, la fiebre de Internet estaba desatada y reinaba el entusiasmo. Recuerdo muy especialmente lo que sucedió con el profesor responsable del módulo "Marketing en Internet". Nada más entrar en su primer día de clase, se presentó como socio de una consultora especializada en aplicación de nuevas tecnologías al marketing y e-business (negocio electrónico). Nos preguntó a cada uno a qué nos dedicábamos, qué esperábamos del máster, qué era lo que más nos interesaba en concreto, e inmediatamente nos repartió unos papeles. Eran el enunciado sobre el caso de e-bay. Nos pidió que nos reuniésemos en grupos, nos pusiésemos a trabajar y media hora más tarde presentásemos al resto de la clase nuestras conclusiones sobre las preguntas que nos planteaba.

La reacción de casi todos mis compañeros fue la misma: "Pero bueno, ¡a este hombre le pagan mucho dinero por enseñarnos y no por estar sentado sin hacer nada mientras nosotros trabajamos!". La sensación de malestar y resistencia fue intensa y duró largo rato. Concretamente duró hasta que dio comienzo la primera discusión en grupo y todos empezaron a darse cuenta de que los que teníamos que hacer el esfuerzo por aprender éramos obviamente nosotros. De repente pareció evidente que aprender no es lo mismo que enseñar,y que en realidad surge desde dentro y no viene de fuera aunque durante años casi ninguno se había planteado esta aparente obviedad. Educare en latín significa "sacar hacia fuera lo mejor de uno mismo". Los alumnos no somos depósitos de un coche que hay que llenar constantemente de gasolina. Al finalizar cada módulo, debíamos rellenar unas encuestas de evaluación de los profesores. Este profesor fue el mejor evaluado con mucha diferencia sobre el resto del claustro, cuya característica común era llegar cada uno con un portátil con mayores prestaciones que el profesor anterior y avasallarnos con sus PowerPoint espectaculares e interminables. "Marketing en Internet" se convirtió en la clase que esperábamos impacientemente y que todos echamos mucho de menos cuando finalizó.

El papel del dinamizador/tutor en el mundo del e-learning (aprendizaje virtual) es materia de discusión encendida y permanente. Hasta cierto punto es normal, al fin y al cabo es una moda que a algunos les rinde muchos beneficios. Pero tal vez lo que más me sorprende es que nadie se pregunta ni pone en duda el papel del profesor en la educación presencial. Ni tampoco el rol de la escuela, que todavía opera con la mentalidad de fábrica de producción en serie de seres humanos para la que nació durante la Revolución Industrial. Menos aun se discute sobre el rol del alumno. Ni siquiera hay dudas sobre lo que significa aprender, sobre la inteligencia o el conocimiento, cuando es muy poco lo que sabemos al respecto. Demasiadas certidumbres.

¿Qué significa aprender?

Da la sensación de que todo funciona a las mil maravillas, alumnos y profesores felices en sus papeles milenarios, pero las señales que llegan del sistema educativo indican lo contrario. La escuela y la universidad debieran trabajar para educar y formar a los ciudadanos que la sociedad necesitará para el siglo XXI, para la sociedad del conocimiento donde los negocios son cada vez más complejos, el cambio es continuo y la incertidumbre es una constante. Sabemos que para desenvolverse en este entorno, ya no sirve tan sólo lo aprehendido durante el colegio y la universidad. Los entornos cambian vertiginosamente y las personas utilizan y reutilizan información y conocimiento para crear y generar nuevo conocimiento que tiene que ofrecer ventajas competitivas. Y para ello es imprescindible ser capaz de encontrar información, seleccionarla (evaluar y juzgar la que es útil) y aplicarla en la práctica. No hablo de copiar y pegar (copy-paste); hablo de análisis, evaluación y síntesis (thinking skills). Y saber buscar es, esencialmente, saber preguntar. Nuestra educación apenas enseña a preguntar, a indagar, a dudar. En el aula hay poco diálogo y demasiado monólogo. La pregunta es el detonante del conocimiento, como veremos más adelante. Las grandes preguntas son las que han hecho que la humanidad avance y progrese en sus logros, pero la pregunta es incómoda para muchos profesores.

La imaginación es una poderosa herramienta para aprender, aunque por desgracia tiene poco protagonismo en un sistema educativo que premia la memorización, lo previsible. La imaginación es una de las llaves para la innovación, pero es difícilmente controlable y mensurable, y por eso es más sencillo excluirla. Sin embargo, hay que hacer una primera distinción: no es lo mismo saber acerca de que saber hacer. El conocimiento no tiene excesivo valor si no se pone en práctica. Por esa razón, el objetivo último del aprendizaje es modificar el comportamiento de un alumno para que haga las cosas de manera diferente y mejor que antes. La realidad, no obstante, parece estar bastante lejos de cumplir esa aspiración. La formación presencial tiene graves deficiencias, y gran parte de esas deficiencias pasan por el papel que desempeñan maestros y profesores dentro de un sistema perverso que mide el aprendizaje en relación directa con los exámenes y las notas de los alumnos. Si lo pasamos por alto, nos estamos abocando directamente al fracaso, como está ocurriendo con muchos de los proyectos de aprendizaje virtual. Nuestra noble intención es ayudar a los niños a entender el mundo que les espera, el camino que apenas comienzan a transitar. ¿Alguien se imagina aprender a conocer un país mediante un mapa sin pisar ni recorrer jamás ni uno solo de sus caminos? ¿Y si además simplificamos el proceso y ni siquiera es un mapa lo que empleamos, sino algunos recorridos concretos de ese mapa? Inconcebible, pero es lo que hacemos diariamente en los colegios desde hace muchos siglos.

La tecnología es un gran acelerador de procesos y modelos cuando éstos funcionan adecuadamente. Lo que ocurre es que añadir tecnología a un modelo deficiente no sólo no lo mejora, sino que lo empeora. Por tanto, este artículo hace referencia al rol del profesor independientemente de que se desempeñe de forma presencial o en línea, porque el aprendizaje es independiente del ámbito en el que tiene lugar. A fin de cuentas, de lo que se trata es de que ya no hablemos de formación a distancia, sino de formación sin distancia, y, por ello, antes de abordar las mencionadas funciones esenciales del tutor, es necesario precisar claramente lo que entendemos por aprendizaje.

El aprendizaje es un fenómeno social que acontece en el ámbito personal y como tal es intransferible. Soy yo el que aprendo y, al igual que pasa, por ejemplo, al comer, dormir o correr, nadie puede hacerlo por mí. Lo mismo sucede con las emociones, que tienen un papel determinante en el aprendizaje. Son algo privado e imposible de compartir en toda su profundidad. La emoción conduce a la acción (del latín motere, "movimiento"), algo contradictorio con la pasividad de las aulas. Aprender consiste en acumular experiencia reutilizable en el futuro, y para ello necesita motivación, necesita tiempo y necesita práctica. Aprender es casi un sinónimo de predecir lo que va a ocurrir empleando la memoria de nuestras experiencias para recordar lo que ya ocurrió. El resultado de aprender es la experiencia y palabras hermanas como experimentar (hacer, probar, practicar) y experto (quien acumula gran cantidad de vivencias, casos y problemas resueltos). Lo que aprendemos forma parte de nosotros, de nuestro bagaje, y nos lo llevamos puesto donde quiera que vayamos.

Primera característica: La retroalimentación (feed-back)

En mi opinión, la primera tarea fundamental de cualquier profesor es ofrecer feed-back adecuado. Es decir, entregar al alumno información pertinente sobre lo que está haciendo de manera que le permita entenderlo e incorporarlo (integrarlo en su cuerpo) como parte de su experiencia personal y vital. Pero para que haya feed-back, es condición sine qua non que el alumno tenga un proyecto que realizar, un contexto de trabajo, un rol que desempeñar, objetivos que cumplir, actividades, tareas, problemas, errores. ¿Ocurre esto a menudo? Rara vez. Para ofrecer feed-back, el alumno se tiene que estar cuestionando algo, y esto exige compartir la experiencia con compañeros que también se lo cuestionan y expertos disponibles para ayudarle, expertos que les están ayudando a HACER algo. Un experto sabe muchas veces lo que funciona, pero sobre todo lo que no funciona, el conocimiento negativo. En realidad, dar feed-back es lo más importante que los padres aportan a esos niños pequeños que mencionábamos antes. A partir de los 5 años, a los niños que al comienzo valorábamos tanto por sus preguntas, ahora los premiamos por sus respuestas. ¿Qué ha ocurrido? Ha empezado el colegio, una sucesión de ritos donde lo que importa es la predecibilidad y el control, la esencia de las burocracias. Para el resto de su vida, asumirán que el aprendizaje sucede en el aula.

Entrar en un aula debiera significar un paso adelante, hacia el futuro, y no hacia atrás. Los cursos suelen ser una colección teórica y abstracta de asignaturas, capítulos, temas, etc., que a veces incluyen ejercicios. Pero claro, ocurre que la vida no está organizada en asignaturas, al igual que los hombres no trabajarán separados de las mujeres aunque todavía existen muchos colegios de niños separados de los de las niñas. El conocimiento no es un producto tangible y explicitable y divisible en moléculas más pequeñas. En un aula, por tanto, ofrecer feed-back es tarea casi imposible, porque los alumnos rara vez tienen retos que alcanzar, practican poco y preguntan menos. Si no hay una causa, si no hay un porqué, no hay aprendizaje, sólo memorización. ¿Quién no recuerda ese eureka, ese clic, que se produce cuando por fin entendemos algo que por alguna razón éramos incapaces de comprender? ¿Qué nos deparará el futuro?
Seamos conscientes de que estamos hablando de un cambio drástico y, por tanto, realmente complicado. Le estamos pidiendo al profesor que ceda su protagonismo, renuncie a su autoridad y desempeñe un rol para el que nadie le ha preparado, incluyendo al mismo tiempo una dolorosa revolución tecnológica.
Creo que todos reconocemos que los profesores desempeñan un papel crucial. Pasan más tiempo con los niños que los propios padres, y tienen en sus manos la enorme responsabilidad de co-educarlos. Sin embargo, apenas se les dan herramientas y recursos y en la práctica no les reconocemos ese papel esencial.


La conclusión es clara: no podemos seguir enseñando las mismas cosas y de la misma manera. Para finalizar quiero dejar una pregunta simple y una reflexión en el aire: ¿Cuántos profesores/tutores, directores de formación o directores generales involucrados en estos asuntos han hecho un curso de e-learning como alumnos? ¿Y cuántos estarían dispuestos a cursar un MBA en línea teniendo la posibilidad de hacer un MBA presencial? Se sorprenderán con la respuesta, y es que, como dice un conocido refrán, no es lo mismo predicar que dar trigo. La tarea que tenemos por delante es, al mismo tiempo, un reto tentador y una aventura gigantesca. Quiero creer que caminamos hacia una sociedad de hombres más libres, de personas cada vez más autónomas y más capaces de tomar el control de sus vidas. Antes se educaba para aprender a obedecer y luego trabajar en una fábrica/empresa donde seguir obedeciendo. Hoy queremos personas emprendedoras, que piensen por sí mismas, y para lograrlo hay que enseñarles de otra forma, entregarles todo el poder. Para guiar y controlar su vida no podrán dejar nunca de aprender, no hay garantía alguna de que lo que hoy les sirve mañana siga siendo útil. Pero esto significa que si unos ganan libertad y control, otros la pierden, y ya sabemos lo humanamente complicado que resulta renunciar al poder. Los tomadores de decisiones, las personas que dirigen empresas, sistemas educativos y gobiernos, y que lo harán todavía durante bastantes años, nacieron, crecieron y se educaron en un modelo tradicional. No tuvieron contacto con un ordenador hasta que empezaron a trabajar y tienen, con honrosas excepciones, un concepto poco innovador y moderno del aprendizaje. Tengamos esto siempre presente para moderar el optimismo que en ocasiones se desborda.

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Autor: Javier Martínez
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