domingo, 23 de enero de 2011

M-Learning

Leo en un artículo en www.cadenaser.com que los niños aprenden antes a usar un "smartphone" que a atarse los cordones. Entre esto y que ya los chavales empiezan a tener un móvil a muy temprana edad nos encontramos en una situación ante la cual podemos tener dos actitudes. La primera, la que más se lleva, es la de echarnos las manos a la cabeza y despotricar un poco (valen aquí todo tipo de expresiones del tipo "en mi época esto no pasaba" o "los niños de hoy en día"). La segunda es aprovechar la situación. Pero para esto tenemos que educar en cómo hacer un uso adecuado de esta herramienta y no caer en situaciones conflictivas. Este es uno de los grandes retos de los educadores con las TIC al que dentro de poco le dedicaremos un post.

Una vez superado estos conflictos y educados en el buen uso del móvil, tendremos una herramienta muy válida, extendida y fácil de utilizar en nuestro aula. Os dejo aquí un interesante artículo sobre el concepto de M-Learning.

El teléfono móvil como herramienta educativa: el M-Learning



Los Sueños del Rey

¿Sabes con quién sueña el rey? Le preguntaron. Nadie lo sabe, respondió. Sueña contigo, le dijeron. Y si dejara de soñar, ¿Sabes lo que sería de ti? Pues no lo sé, contestó intrigado. Desaparecerías, le dijo su interlocutor. Eres una figura de su sueño. Si el rey se despertara, te apagarías como una vela. Este pequeño cuento de Lewis Carrol, el autor de «Alicia en el país de las maravillas», me lleva a pensar hasta qué punto determinadas realidades cuya verdad pareciera ser obvia, son sólo una ilusión, están fabricadas de palabras y se asemejan a lo real sólo porque han sido pronunciadas desde el poder. Cuando el monarca ya no esté, sin embargo, y no pueda seguir soñando y fabulando, la ilusión se apagará como una vela.

No puedo dejar de recordar este cuento de Carrol después de leer el «Informe Preelectoral» elaborado por la Presidencia del Consejo de Ministros, que reseña los logros de la administración 2006-2011 en todos los campos de la gestión pública. En lo que corresponde a educación, dicen que los incrementos presupuestales han permitido financiar «diversas actividades de reforma», como el establecimiento de estándares educativos, la carrera pública magisterial, el programa de alfabetización, el incremento de horas lectivas, el programa de laptops para maestros y estudiantes, el programa de capacitación docente, las evaluaciones a alumnos y maestros y la mejora de la infraestructura educativa pública a nivel nacional. Gracias a esta inversión, agrega el informe, ahora hay un poco más de niños que terminan la primaria y la secundaria, y que pasan a segundo grado sabiendo leer.

Que este conjunto de acciones representan una «reforma de la educación» es una osadía que puede simular ser realidad sólo porque está en la imaginación o en los sueños del rey. Como es de público conocimiento, el proyecto de reforma educativa que el propio Estado peruano encargó por ley al Consejo Nacional de Educación, fue aprobado por esta gestión gubernamental y casi inmediatamente desestimado por el Presidente, quien con gran desenfado dijo que no tenía mayor valor y prefirió invertir en ideas de su propia inspiración.

Así es como se saca del sombrero un programa de alfabetización y otro de municipalización, ampliamente cuestionados, que en casi cinco años no han podido demostrar resultados de manera seria e irrefutable; se compra y reparte laptops a diestra y siniestra sin invertir en mecanismos que garanticen el uso efectivo, adecuado y óptimo de una herramienta extraña a la cultura oral y copista que predomina en las escuelas; se crea un programa de capacitación docente cuya efectividad ha discutido hasta el propio Ministerio de Economía; o se efectúa una inversión millonaria en un puñado de colegios limeños, que no ha hecho sino poner más en evidencia el escaso valor del resto de escuelas públicas, la mitad de las cuales, casualmente las que atienden a los más pobres, no tiene agua ni electricidad.

Pero que este conjunto de acciones, que se autodefinen como «reforma de la educación», puedan exhibir como logro un leve aumento de la escolaridad o la capacidad lectora de los estudiantes, como lo hace el informe, ufanándose con desparpajo hasta de la paliza que recibimos en la última prueba PISA, como si fuera un mérito terminar en el puesto 63 de 65 países, precedidos por Azerbaiyán, ya no es una osadía sino un infundio, una ofensa y una gran decepción. ¿Ese es el horizonte de una reforma estructural del sistema?

Lo que hemos presenciado en la política educativa de estos años es el producto de un pragmatismo radical, interesado básicamente en el corto plazo y en el impacto mediático de sus medidas. No ha importado tanto solucionar los problemas cuanto simularlo con el mayor realismo posible, parapetándose en cifras, poses e imágenes. Y es que si se trata de crear un efecto político, basta y sobra que la gente crea que se están solucionando. A cuatro años de aprobado el Proyecto Educativo Nacional, la ambiciosa reforma de la educación peruana que delineó con rigor sigue siendo un desafío, que esperemos sepa afrontar el próximo gobierno.

Por: Luis Guerrero Ortiz


Acerca de la Selección de Profesores


Este año me ha tocado seguir más o menos de cerca la manera en que los colegios y/o consultoras seleccionan a los profesores de educación básica. Me he quedado impresionada por lo siguiente:


1) Todos aquellos con los que he tenido contacto utilizan para seleccionar a los profesores pruebas proyectivas, ya sea el dibujo de la figura humana, el del hombre bajo la lluvia, o la prueba de frases incompletas.

2) Ninguna de las instituciones que he visto hace algún tipo de evaluación por competencias. No se le pide al docente un portafolio, ni un ensayo sobre su sentido de la educación, ni la planificación de una clase, ni un material educativo que él o ella haya elaborado.... nada de nada. Y mucho menos se lo observa en un aula, dando clase.

3) Algunos, pero pocos, utilizan la entrevista. En muchos casos esta es desestructurada y no se sabe bien a qué apunta.

En fin... como digo, esto me ha dejado anonadada. Y hay varias cosas que reflexionar:

Primero: ¿Cuál es el objetivo de la evaluación? Pienso que este puede estarse perdiendo de vista. ¿Se quiere descartar patología? En ese caso las pruebas proyectivas son, a mi juicio, demasiado generales. Entiendo que se desee seleccionar personas saludables, gente que no tenga problemas de consumo de sustancias, de tendencias sexuales desviadas (e.g. pedofilia) o de psicopatía, pero este descarte podría y debería hacerse con instrumentos más precisos, con pruebas especiales, baremadas, diseñadas para tal fin. ¿Por qué la figura humana...? No lo entiendo.

Yo, siendo psicóloga, confío en muy pocas personas como expertas en el uso de instrumentos proyectivos... Y no me atrevería a interpretar ninguno yo misma, hay que tener mucha, muchísima experiencia y formación psicodinámica para poder sacar algo de utilidad del dibujo de la figura humana, más aun cuando estas pruebas son muy conocidas y están totalmente distorsionadas por su divulgación en todos lados, incluído el internet. Y la verdad, no se si los psicólogos que seleccionan docentes tienen el nivel de expertise necesario para usar estos instrumentos con rigurosidad y sentido. Tomados al tuntun, descontextualizados, y analizados en 15 minutos (como me consta que se hace en muchos de estos procesos de selección) los dibujos y las frases se parecen mucho a la bola de cristal, en la que cada uno ve lo que desea. ¿Es esto serio y justo para con el candidato? Me parece que no.

Por supuesto, esto trae a colación el tema más general de la evaluación psicológica y el mal uso que se hace de esta, así como el abuso de una visión clínica en la educación y los colegios, que desde mi punto de vista (y lo he dicho en repetidas ocasiones en este blog), no aporta nada a lo que la institución educativa necesita y demanda. La formación en evaluación es precaria en las universidades, los psicólogos en general no salen sabiendo utilizar y mucho menos crear instrumentos psicológicos válidos y confiables, ni están formados para no creerle a un solo instrumento y pensar en que una evaluación debe hacerse con varios a la vez, cruzando los datos de una prueba con la otra y haciendo validez concurrente (ver si lo que veo en el dibujo se confirma con los resultados de una prueba psicométrica, por ejemplo). Y si añadimos a esto el alto costo de las pruebas psicológicas, por las que nadie quiere pagar, y los asuntos de copyright (que se han endurecido mucho últimamente), tenemos la figura completa: es más barato y menos complicado agarrar un papel y hacerle dibujar cosas a la gente, aunque luego la interpretación de los mismos sea casi casi como un acto de adivinación.

Segundo:Si me dijeran que se trata de una evaluación psicológica y no de competencia pedagógica, igual insistiría en que utilizar solo un par de pruebas proyectivas es insuficiente para lo que se debería identificar en un docente. Procesos tales como su autoeficacia, su capacidad de solucionar problemas, su sistema de valores (especialmente en relación a la educación y su sentido), su estructura moral, así como capacidades más específicas como la de ser cognitivamente flexible y reflexivo, son algunos aspectos psicológicos que sería quizá relevante evaluar en un profesor. Buscar patología, si bien no quiero desestimarlo como objetivo de la evaluación, no es lo único que debe hacerse si queremos seleccionar a buenas personas para la docencia.

Tercero: Y definitivamente, una evaluación psicopedagógica debería ser parte del proceso de selección. Además de pruebas psicológicas y una buena entrevista, no hay nada mejor que examinar los materiales y clases del profesor, y por supuesto verlo en acción en el aula.

Del Blog de Susana Frisancho
Desarrollo Humano, Constructivismo y Educación

La Mosca que Quería Ser Águila

Contaba Augusto Monterroso, en uno de sus célebres relatos breves, la historia de una mosca que todas las noches soñaba que era un águila y que volaba por los Alpes y los Andes. Al principio esta sensación la volvía loca de felicidad, pero después le causaba gran angustia, pues teniendo las alas tan grandes, el cuerpo tan pesado, el pico tan duro y las garras tan fuertes, no podía posarse con comodidad sobre los alimentos o inmundicias a los que estaba acostumbrada, ni darse de cabezazos contra las ventanas. Entonces descubría que no quería andar en las grandes alturas ni en los espacios libres. Pero cuando despertaba, lamentaba mucho no ser en verdad un águila para poder remontar montañas, y se sentía tan triste de ser sólo una mosca, que volaba mucho y con gran inquietud, dando vueltas y vueltas, hasta volver a quedarse dormida.
En el umbral de dos tiempos, uno que concluye y el otro que se inicia, suele ser común hacer balances y trazar planes, animados por nuevos o renovados propósitos. Lo hacen muchas organizaciones respecto de su funcionamiento, lo suele hacer la prensa respecto del país en sus diversas facetas, lo hace mucha gente respecto de sus propias vidas. Pero no todo el mundo. Hay instituciones que no tienen el hábito de evaluar su año ni de invertir tiempo en pensar de cuántas maneras distintas necesitaría ser el siguiente, básicamente por una razón: les parece tan obvio que en la nueva etapa seguirán haciendo lo mismo, que sentarse a hacer el inventario de aciertos y errores cometidos les resulta ocioso.
Suele ser el caso de muchas escuelas. En la medida que la programación anual se basa comúnmente en el currículo oficial, en los temas y secuencias preestablecidos de los libros escolares o en planificaciones anteriores que se repiten ad infinitum, y no en los avances, estancamientos o retrocesos de los estudiantes, en las fortalezas y debilidades evidenciadas por ellos durante el año anterior, menos aún en los éxitos y fracasos de las distintas maneras de enseñar ensayadas por los profesores, evaluar se hace innecesario. No importa cuál sea la realidad ni cuántos cambios o no se hayan producido en ella ni a consecuencia de qué, porque este tipo de instituciones están sólidamente convencidas de que el año siguiente harán lo mismo. Salvo, claro está, que la autoridad disponga lo contrario. En ese caso harán -o simularán hacer- lo que se les pide, pero como se darán cuenta, se tratará sólo de obedecer, para lo cual tampoco será necesario hacer balances ni trazarse nuevos propósitos.
Suele ser el caso de muchas personas también. En la medida que su vida laboral se basa por lo general en los roles, tareas y rutinas adjudicadas por su centro de trabajo, así como en las urgencias y prioridades de la institución en cada coyuntura, mas no en los progresos o involuciones de su propio desempeño, en la mayor o menor efectividad demostrada, en el logro de determinadas metas, ni en su propia satisfacción con la actividad realizada, evaluar también se les hace innecesario. No importa lo bien o lo mal que se sientan haciendo lo que hacen, su acuerdo o desacuerdo con las decisiones institucionales ni con sus usos y costumbres, pues están convencidas de que el año que se inicia será como el anterior: sea lo que fuese, hará lo que le indiquen y lo hará sin hacer ni hacerse preguntas de ninguna clase.
El propósito y el desafío nacen de la insatisfacción, así como de la íntima necesidad de superar ese estado de ánimo. Pero nadie puede saberse satisfecho o insatisfecho de su experiencia si no se atreve siquiera a tomar una cierta distancia crítica de lo que hace. David Kolb, investigador norteamericano, sostiene que las personas aprendemos en cuatro fases: experimentando sensorialmente algo, observando reflexivamente esa experiencia, pensándola con mayor detenimiento y, finalmente, actuando en consecuencia.
Lamentablemente, no son pocas las personas e instituciones que se instalan para siempre en la primera fase. Como en el cuento de Monterroso, hasta podrían atreverse a soñar en algún momento con volverse un ave capaz de remontar cordilleras. Pero como imaginarse águila supone romper con su situación actual para asumir nuevos retos y horizontes, preferirán regresar a su rutinaria y monótona vida. Propongámonos iniciar este nuevo año ofreciendo a los niños y jóvenes que tenemos la responsabilidad de criar o educar, un testimonio lo más alejado posible de la triste filosofía de la mosca común.
Por: Luis Guerrero Ortiz


Publicaciones Electrónicas para Pensar la Educación Digital

Aquí los enlaces al n° 34 de la Revista Electrónica de Tecnología Educativa.


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