miércoles, 29 de junio de 2011

Como Motivar al Alumno Frente la Lectura

A menudo se ve la lectura y la escritura como cosas tan naturales que no se presta atención en la compleja realidad de su aprendizaje.

Es por eso, que a veces es necesario motivar a los niños y niñas frente a la lectura, ya que para encontrar sentido a lo que hacemos es necesario que éstos, sepan qué han de hacer: que conozcan los objetivos que se pretenden conseguir con su actuación y que se sientan capaces de hacerlo.

Para poder conseguirlo se han de tener claros los siguientes aspectos:

  • - Los conocimientos previos que tiene el niño/a. Es decir, qué sabe y qué no sabe, para poder relacionarlo con lo que le proporciona el texto, de manera que pueda adquirir nuevos conocimientos.
  • - Es importante que cuando el niño tenga el texto delante, se sienta competente, se sienta capaz de leerlo y de entenderlo.
  • - En este sentido, el texto ha de ser adecuado a su nivel y a su edad. No todos los niños tienen el mismo nivel de lectura, por lo que es necesario conocer donde se encuentra para qué se le puedan proporcionar aquellos textos que pueden estar a su alcance en cuanto a conocimientos e intereses.
  • - Le ha de poder atribuir sentido y significado al texto. Aquello que ha de leer ha de tener algún significado para él o ella y ha de tener alguna función (ya sea saber más de un tema concreto, resolver alguna duda que se le puede generar,...). No siempre ha de ser, leer por leer.
  • - Es importante que el texto a leer se encuentre dentro de la temática de interés del niño/a. Han de ser textos que formen parte de los gustos, intereses y experiencias del niño.
  • - Además, es importante que las personas significativas para él, valoren, usen y disfruten de la lectura de manera que el niño pueda disfrutar con su aprendizaje y dominio. Es necesario que la familia, lo anime en la lectura, lo felicite y, si pudiera ser, encontrar espacios donde leer todos juntos.

El Papel del Tutor en el Aprendizaje Virtual

La Importancia del Facilitador en los Procesos de E-learning

Ni siquiera somos conscientes del problema
Durante bastantes meses compartí aula con profesionales del mundo de la banca, telecomunicaciones, informática o seguros. Claro está, eran tiempos anteriores al estallido de la burbuja, la fiebre de Internet estaba desatada y reinaba el entusiasmo. Recuerdo muy especialmente lo que sucedió con el profesor responsable del módulo "Marketing en Internet". Nada más entrar en su primer día de clase, se presentó como socio de una consultora especializada en aplicación de nuevas tecnologías al marketing y e-business (negocio electrónico). Nos preguntó a cada uno a qué nos dedicábamos, qué esperábamos del máster, qué era lo que más nos interesaba en concreto, e inmediatamente nos repartió unos papeles. Eran el enunciado sobre el caso de e-bay. Nos pidió que nos reuniésemos en grupos, nos pusiésemos a trabajar y media hora más tarde presentásemos al resto de la clase nuestras conclusiones sobre las preguntas que nos planteaba.

La reacción de casi todos mis compañeros fue la misma: "Pero bueno, ¡a este hombre le pagan mucho dinero por enseñarnos y no por estar sentado sin hacer nada mientras nosotros trabajamos!". La sensación de malestar y resistencia fue intensa y duró largo rato. Concretamente duró hasta que dio comienzo la primera discusión en grupo y todos empezaron a darse cuenta de que los que teníamos que hacer el esfuerzo por aprender éramos obviamente nosotros. De repente pareció evidente que aprender no es lo mismo que enseñar,y que en realidad surge desde dentro y no viene de fuera aunque durante años casi ninguno se había planteado esta aparente obviedad. Educare en latín significa "sacar hacia fuera lo mejor de uno mismo". Los alumnos no somos depósitos de un coche que hay que llenar constantemente de gasolina. Al finalizar cada módulo, debíamos rellenar unas encuestas de evaluación de los profesores. Este profesor fue el mejor evaluado con mucha diferencia sobre el resto del claustro, cuya característica común era llegar cada uno con un portátil con mayores prestaciones que el profesor anterior y avasallarnos con sus PowerPoint espectaculares e interminables. "Marketing en Internet" se convirtió en la clase que esperábamos impacientemente y que todos echamos mucho de menos cuando finalizó.

El papel del dinamizador/tutor en el mundo del e-learning (aprendizaje virtual) es materia de discusión encendida y permanente. Hasta cierto punto es normal, al fin y al cabo es una moda que a algunos les rinde muchos beneficios. Pero tal vez lo que más me sorprende es que nadie se pregunta ni pone en duda el papel del profesor en la educación presencial. Ni tampoco el rol de la escuela, que todavía opera con la mentalidad de fábrica de producción en serie de seres humanos para la que nació durante la Revolución Industrial. Menos aun se discute sobre el rol del alumno. Ni siquiera hay dudas sobre lo que significa aprender, sobre la inteligencia o el conocimiento, cuando es muy poco lo que sabemos al respecto. Demasiadas certidumbres.

¿Qué significa aprender?

Da la sensación de que todo funciona a las mil maravillas, alumnos y profesores felices en sus papeles milenarios, pero las señales que llegan del sistema educativo indican lo contrario. La escuela y la universidad debieran trabajar para educar y formar a los ciudadanos que la sociedad necesitará para el siglo XXI, para la sociedad del conocimiento donde los negocios son cada vez más complejos, el cambio es continuo y la incertidumbre es una constante. Sabemos que para desenvolverse en este entorno, ya no sirve tan sólo lo aprehendido durante el colegio y la universidad. Los entornos cambian vertiginosamente y las personas utilizan y reutilizan información y conocimiento para crear y generar nuevo conocimiento que tiene que ofrecer ventajas competitivas. Y para ello es imprescindible ser capaz de encontrar información, seleccionarla (evaluar y juzgar la que es útil) y aplicarla en la práctica. No hablo de copiar y pegar (copy-paste); hablo de análisis, evaluación y síntesis (thinking skills). Y saber buscar es, esencialmente, saber preguntar. Nuestra educación apenas enseña a preguntar, a indagar, a dudar. En el aula hay poco diálogo y demasiado monólogo. La pregunta es el detonante del conocimiento, como veremos más adelante. Las grandes preguntas son las que han hecho que la humanidad avance y progrese en sus logros, pero la pregunta es incómoda para muchos profesores.

La imaginación es una poderosa herramienta para aprender, aunque por desgracia tiene poco protagonismo en un sistema educativo que premia la memorización, lo previsible. La imaginación es una de las llaves para la innovación, pero es difícilmente controlable y mensurable, y por eso es más sencillo excluirla. Sin embargo, hay que hacer una primera distinción: no es lo mismo saber acerca de que saber hacer. El conocimiento no tiene excesivo valor si no se pone en práctica. Por esa razón, el objetivo último del aprendizaje es modificar el comportamiento de un alumno para que haga las cosas de manera diferente y mejor que antes. La realidad, no obstante, parece estar bastante lejos de cumplir esa aspiración. La formación presencial tiene graves deficiencias, y gran parte de esas deficiencias pasan por el papel que desempeñan maestros y profesores dentro de un sistema perverso que mide el aprendizaje en relación directa con los exámenes y las notas de los alumnos. Si lo pasamos por alto, nos estamos abocando directamente al fracaso, como está ocurriendo con muchos de los proyectos de aprendizaje virtual. Nuestra noble intención es ayudar a los niños a entender el mundo que les espera, el camino que apenas comienzan a transitar. ¿Alguien se imagina aprender a conocer un país mediante un mapa sin pisar ni recorrer jamás ni uno solo de sus caminos? ¿Y si además simplificamos el proceso y ni siquiera es un mapa lo que empleamos, sino algunos recorridos concretos de ese mapa? Inconcebible, pero es lo que hacemos diariamente en los colegios desde hace muchos siglos.

La tecnología es un gran acelerador de procesos y modelos cuando éstos funcionan adecuadamente. Lo que ocurre es que añadir tecnología a un modelo deficiente no sólo no lo mejora, sino que lo empeora. Por tanto, este artículo hace referencia al rol del profesor independientemente de que se desempeñe de forma presencial o en línea, porque el aprendizaje es independiente del ámbito en el que tiene lugar. A fin de cuentas, de lo que se trata es de que ya no hablemos de formación a distancia, sino de formación sin distancia, y, por ello, antes de abordar las mencionadas funciones esenciales del tutor, es necesario precisar claramente lo que entendemos por aprendizaje.

El aprendizaje es un fenómeno social que acontece en el ámbito personal y como tal es intransferible. Soy yo el que aprendo y, al igual que pasa, por ejemplo, al comer, dormir o correr, nadie puede hacerlo por mí. Lo mismo sucede con las emociones, que tienen un papel determinante en el aprendizaje. Son algo privado e imposible de compartir en toda su profundidad. La emoción conduce a la acción (del latín motere, "movimiento"), algo contradictorio con la pasividad de las aulas. Aprender consiste en acumular experiencia reutilizable en el futuro, y para ello necesita motivación, necesita tiempo y necesita práctica. Aprender es casi un sinónimo de predecir lo que va a ocurrir empleando la memoria de nuestras experiencias para recordar lo que ya ocurrió. El resultado de aprender es la experiencia y palabras hermanas como experimentar (hacer, probar, practicar) y experto (quien acumula gran cantidad de vivencias, casos y problemas resueltos). Lo que aprendemos forma parte de nosotros, de nuestro bagaje, y nos lo llevamos puesto donde quiera que vayamos.

Primera característica: La retroalimentación (feed-back)

En mi opinión, la primera tarea fundamental de cualquier profesor es ofrecer feed-back adecuado. Es decir, entregar al alumno información pertinente sobre lo que está haciendo de manera que le permita entenderlo e incorporarlo (integrarlo en su cuerpo) como parte de su experiencia personal y vital. Pero para que haya feed-back, es condición sine qua non que el alumno tenga un proyecto que realizar, un contexto de trabajo, un rol que desempeñar, objetivos que cumplir, actividades, tareas, problemas, errores. ¿Ocurre esto a menudo? Rara vez. Para ofrecer feed-back, el alumno se tiene que estar cuestionando algo, y esto exige compartir la experiencia con compañeros que también se lo cuestionan y expertos disponibles para ayudarle, expertos que les están ayudando a HACER algo. Un experto sabe muchas veces lo que funciona, pero sobre todo lo que no funciona, el conocimiento negativo. En realidad, dar feed-back es lo más importante que los padres aportan a esos niños pequeños que mencionábamos antes. A partir de los 5 años, a los niños que al comienzo valorábamos tanto por sus preguntas, ahora los premiamos por sus respuestas. ¿Qué ha ocurrido? Ha empezado el colegio, una sucesión de ritos donde lo que importa es la predecibilidad y el control, la esencia de las burocracias. Para el resto de su vida, asumirán que el aprendizaje sucede en el aula.

Entrar en un aula debiera significar un paso adelante, hacia el futuro, y no hacia atrás. Los cursos suelen ser una colección teórica y abstracta de asignaturas, capítulos, temas, etc., que a veces incluyen ejercicios. Pero claro, ocurre que la vida no está organizada en asignaturas, al igual que los hombres no trabajarán separados de las mujeres aunque todavía existen muchos colegios de niños separados de los de las niñas. El conocimiento no es un producto tangible y explicitable y divisible en moléculas más pequeñas. En un aula, por tanto, ofrecer feed-back es tarea casi imposible, porque los alumnos rara vez tienen retos que alcanzar, practican poco y preguntan menos. Si no hay una causa, si no hay un porqué, no hay aprendizaje, sólo memorización. ¿Quién no recuerda ese eureka, ese clic, que se produce cuando por fin entendemos algo que por alguna razón éramos incapaces de comprender? ¿Qué nos deparará el futuro?
Seamos conscientes de que estamos hablando de un cambio drástico y, por tanto, realmente complicado. Le estamos pidiendo al profesor que ceda su protagonismo, renuncie a su autoridad y desempeñe un rol para el que nadie le ha preparado, incluyendo al mismo tiempo una dolorosa revolución tecnológica.
Creo que todos reconocemos que los profesores desempeñan un papel crucial. Pasan más tiempo con los niños que los propios padres, y tienen en sus manos la enorme responsabilidad de co-educarlos. Sin embargo, apenas se les dan herramientas y recursos y en la práctica no les reconocemos ese papel esencial.


La conclusión es clara: no podemos seguir enseñando las mismas cosas y de la misma manera. Para finalizar quiero dejar una pregunta simple y una reflexión en el aire: ¿Cuántos profesores/tutores, directores de formación o directores generales involucrados en estos asuntos han hecho un curso de e-learning como alumnos? ¿Y cuántos estarían dispuestos a cursar un MBA en línea teniendo la posibilidad de hacer un MBA presencial? Se sorprenderán con la respuesta, y es que, como dice un conocido refrán, no es lo mismo predicar que dar trigo. La tarea que tenemos por delante es, al mismo tiempo, un reto tentador y una aventura gigantesca. Quiero creer que caminamos hacia una sociedad de hombres más libres, de personas cada vez más autónomas y más capaces de tomar el control de sus vidas. Antes se educaba para aprender a obedecer y luego trabajar en una fábrica/empresa donde seguir obedeciendo. Hoy queremos personas emprendedoras, que piensen por sí mismas, y para lograrlo hay que enseñarles de otra forma, entregarles todo el poder. Para guiar y controlar su vida no podrán dejar nunca de aprender, no hay garantía alguna de que lo que hoy les sirve mañana siga siendo útil. Pero esto significa que si unos ganan libertad y control, otros la pierden, y ya sabemos lo humanamente complicado que resulta renunciar al poder. Los tomadores de decisiones, las personas que dirigen empresas, sistemas educativos y gobiernos, y que lo harán todavía durante bastantes años, nacieron, crecieron y se educaron en un modelo tradicional. No tuvieron contacto con un ordenador hasta que empezaron a trabajar y tienen, con honrosas excepciones, un concepto poco innovador y moderno del aprendizaje. Tengamos esto siempre presente para moderar el optimismo que en ocasiones se desborda.

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Autor: Javier Martínez
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Desempeño Docente: Los Retos del Momento

Rocío empezó a trabajar en esa escuela el año pasado y desde entonces no le ha ido del todo bien. Ocurre que es política de la dirección que todos los profesores traten con gentileza y respeto a sus alumnos, que se esfuercen por conocer cada vez mejor a cada uno y que les demuestren mucha confianza en sus posibilidades de rendir bien y superarse a sí mismos. Pero eso no es todo, la directora le ha dicho a Rocío que el éxito en los aprendizajes de sus alumnos es su responsabilidad, por lo que no debe permitir que fracase ninguno, debiendo mostrar mucho respeto y flexibilidad con los procesos de cada uno y también mucha sensibilidad con sus emociones. Todo esto le resulta extraño y la ha puesto nerviosa, pues su experiencia y sus hábitos, luego de varios años de ejercer la docencia, caminan en otra dirección.

Rocío cree, por ejemplo, que la amabilidad debe merecerse y no le brota ser gentil con los alumnos cuya conducta le provoca continuos disgustos. Por otro lado, hay 28 estudiantes en la clase y dice no tener tiempo para estar averiguando detalles de su vida, su historia o su temperamento. Tampoco lo cree necesario, pues no sabe en qué podría usar esa información, dado que sea quien sea cada uno, todos tienen que esforzarse por igual para aprender lo mismo. Le parece descabellado, así mismo, que le pidan que confíe de manera indiscriminada en las capacidades de sus estudiantes para aprender, como si la directora no supiese que unos son más hábiles y aplicados que otros ¿Cómo podría esperar de Rosita lo mismo que de Felipe?

Ahora bien, lo que supera todos los límites es que la directora le endose la responsabilidad por los aprendizajes ¿Qué tengo yo que ver con eso? piensa Rocío ¿Cómo puedo asegurar que Matías y Josefa, que se distraen a cada rato, no cumplen con las tareas que les dejo y ni siquiera tienen en casa la autoridad de un padre, terminen bien el año y pasen de grado? ¿De cuándo acá el profesor tiene ahora que suplir la falta de preocupación de las madres por sus hijos? Es por esto que a Rocío le parece también una fantasía el pedido de la directora de estar atenta a los procesos de cada niño, como si ella fuera la profesora particular de cada uno, como si sólo tuviera cinco muchachos en el salón, como si se pudiera retrasar e incumplir con la programación de clases por tener que prestar atención a los problemas de cada chico.

La directora le ha dicho además que demuestre sensibilidad con las emociones de sus alumnos, en el entendido que un niño angustiado, aburrido, molesto o ansioso no puede aprender bien. Rocío siempre ha creído que la responsabilidad de un estudiante es prestar atención a la clase y guardarse su euforia o su fastidio para el patio de recreo y que sus demás problemas afectivos los debe resolver su mamá o un psicólogo, no la maestra. ¿Ahora ella debe hacerse cargo de eso también?

Rocío tiene dos dificultades: en primer lugar, no encuentra razonable el tipo de desempeño que le demandan en la escuela, desafía su sentido común y si acaso hubiese buenos motivos para hacer eso, nadie se los ha explicado. En segundo lugar, actuar de ese modo no le es fácil, prestar atención a las necesidades de cada quién o a las diferencias de sensibilidad y responder a ellas de un modo distinto, por ejemplo, no es lo que aprendió a hacer en la universidad en la que estudió la carrera y ninguno de sus formadores actuó así con ella ¿Cómo se hace eso sin perder la brújula, el tiempo o la paciencia?

El caso de Rocío nos demuestra que elevar el nivel de desempeño de los maestros en base a criterios claros, uno de los grandes retos del nuevo periodo gubernamental en el Perú, requiere políticas cuidadosas que den cuenta explícita de sus motivaciones y sentidos, que se propongan construir acuerdos muy amplios sobre su necesidad y que replanteen el carácter de la actual oferta de formación docente en servicio. Hay que dar a los maestros oportunidades de acceder a niveles superiores de competencia profesional a fin de que puedan renovar su práctica, no su habilidad para resolver una prueba escrita.

Esto exige basar la formación en criterios de buen desempeño y trascender el eterno dilema de «o la didáctica o la teoría» en el que siguen atrapadas oscilantemente las políticas de formación docente en el país. Es que si maestros como Rocío no se vuelven protagonistas convencidos del cambio cualitativo de su propio desempeño profesional, no habrá política docente capaz de mover al conjunto del magisterio de la única manera de ser maestro que le da seguridad, aunque no le otorgue eficacia.

domingo, 19 de junio de 2011

El Dilema del Prisionero

«Estoy preso entre las redes de un poema», cantaba José José, tratando de expresar ese estado incomprensible de dependencia y subordinación que puede llegar a experimentar una persona respecto de otra, y del que no se puede –o no se quiere- escapar tan fácilmente. Una sensación parecida, aunque menos grata, es la que puede experimentar un equipo de gobierno que asume la posta en la conducción del país, como ocurrirá en el Perú a fines del mes de Julio.

La razón es simple y se explica no sólo por los poderosos intereses en juego, que ya se están movilizando para hacer del presidente un prisionero de Palacio y del «sistema», sino también por la dinámica del Estado mismo. Lo que suele ocurrir con la burocracia pública puede explicarse a partir de una propiedad de la física llamada inercia, que describe la resistencia que opone la materia a modificar su situación de reposo o movimiento, a menos que coloques mucha fuerza en el intento. Caso contrario y antes de que lo notes, terminarás preso entre las redes de su propio ritmo y trayectoria. Esto le puede ocurrir al Presidente y también, qué duda cabe, al próximo Ministro de Educación.

Lo que ha ocurrido con el Seguro Integral de Salud es un buen ejemplo. Entre el 2007 y 2009, sus afiliados en condición de pobreza pasaron de 854 mil a 1 millón 224 mil, es decir, se duplicó la cobertura, pero su presupuesto aumentó apenas en la mitad. ¿La consecuencia? El porcentaje de atención bajó de 44% a 33%. La proporción de afiliados pobres que reciben sus medicamentos gratuitamente en los hospitales, también bajo de 70% a 56% en el mismo periodo. Claro, el presidente García ha anunciado a los cuatro vientos sólo la primera cifra.

Podríamos hacer analogías con el crecimiento de la cobertura de la educación inicial pública, del programa nacional de capacitación de maestros, del programa de alfabetización o de la Carrera Pública Magisterial, y descubriríamos una misma lógica de actuación: sacrificar calidad en beneficio de la cantidad. Las cifras son mágicas, como el millón 670 mil personas alfabetizadas en estos años según recientes declaraciones oficiales, y mientras más ceros tengan a la derecha más impacto generan en una opinión pública poco informada y desatenta a los detalles de calidad de los servicios y programas. Más aún si se dirigen a los más pobres, es decir, a ese sector de la población que, como se reveló en las últimas elecciones generales, tienden a ser percibidos como ajenos y malagradecidos por buena parte de la población no pobre del país.

El próximo Ministro de Educación se va a encontrar, como es lógico, con un ministerio habituado a trabajar en ese marco de política a lo largo de cinco años, parapetado en el mito de la «revolución educativa» con el que el presidente ha publicitado todas sus ocurrencias en este campo, y con el que se ha protegido agresivamente de toda crítica. Un Ministerio que, en pleno contexto de descentralización, reconcentró poder y presupuesto en vez de redistribuirlo para no compartir protagonismo con nadie; que prefirió ser ejecutor directo de sus propias iniciativas, en vez de apoyar y acompañar a las regiones en ese rol, como en rigor le corresponde; que se conformó con ser un cómodo proveedor de insumos, regulaciones y recursos, en vez de ser un garante eficaz de la calidad de la educación, como la ley le exige.

La inercia va a empujar al nuevo Ministro, quien quiera que fuese, a seguir actuando bajo la misma noción de Estado y del papel que le toca como instancia nacional, llenándole la agenda de compromisos en nombre del valor de la continuidad de la obra buena y dejándole libre algún carril para una que otra iniciativa novedosa. No obstante, si la nueva gestión gubernamental quiere más redistribución e inclusión social, menos desigualdades y mejor educación para todos, va a tener que empezar a reinventar al Estado mismo. Bastante bien haría, además, como lo sugirió Martín Tanaka hace unos años, en empezar por Educación.


domingo, 12 de junio de 2011

Malestar Docente, un Enemigo Silencioso

Malestar docente un enemigo silencioso
La patologí­a asoma desde hace años en los ámbitos laborales de los profesionales de la educación. Con caracterí­sticas especí­ficas y sí­ntomas identificables, la aflicción ataca a gran número de maestros sin que muchos lo sospechen.

El escenario complejo que presentan las escuelas, férreas receptoras de las problemáticas sociales, propone un desafío particular para los docentes. El desgaste que implica la tarea áulica, que en muchos casos excede lo educativo, alcanza la contención y el contacto con problemáticas de toda índole, se caracteriza por la acumulación de síntomas que confluyen en esta patología común y tiene efectos serios sobre los educadores.

Sin catalogarla como enfermedad psiquiátrica, el médico y docente universitario Jorge Cohen se refiere a éste como “un sufrimiento de características inespecíficas como consecuencia de la imposibilidad de sostenimiento del trabajo cotidiano en el aula”. Para el especialista sus causas pueden variar pero todas tienen un núcleo común “la fricción y el constante desgaste que se manifiesta producto de la labor cotidiana del maestro en el aula”.

Los síntomas, que pueden pasar inadvertidos en primera instancia: “Se confunden con la fatiga crónica, la angustia con algunos padecimientos de tipo psicosomáticos, para terminar con el correr del tiempo instalando el perfil patológico en cuestión”. Desgaste físico, envejecimiento prematuro y alteraciones diversas de la salud mental, que comienzan aproximadamente alrededor de los cuarenta años, son las señales de alerta que reconoce Cohen.

Con este contexto, desde hace varios años la Universidad Nacional de Rosario y el Ministerio de Educación provincial destinan recursos materiales y científicos para el estudio y el tratamiento de la problemática. El trabajo integra toda la esfera educativa, incluso los sindicatos, quizás los más preocupados por cuidar la salud de sus afiliados. Así, el médico explica: “Desde el inicio de las investigaciones en 1992, se estableció la vinculación entre el proceso de trabajo docente y la alteración de la salud haciendo hincapié en dos cuestiones fundamentales: La relación entre el alumno y el educador, y por otro lado el conjunto de exigencias que surgen de las condiciones sociales en las cuales ejerce su trabajo el profesional, entendiendo por esto la situación social y familiar del alumno, y el contexto de violencia sobre el cual hoy se desarrolla la labor educativa”. Estos aspectos son determinantes en tanto son la causa de los principales índices de alteración de la salud mental.

El problema del presentismo
Para Cohen, existe un antes y un después en la salud docente con la figura del presentismo. Un mecanismo que imponía condicionamientos sin prestar atención a los escenarios particulares donde se ejecutaba la medida: “Demostramos en investigaciones sobre la provincia de Santa Fe y Argentina que el presentismo es una causa más del alto desgaste del magisterio, pues obliga a ir a trabajar enfermos. Para no perder ese premio los docentes concurrían a sus lugares de trabajo en condiciones inadecuadas . Luego estaban el doble de tiempo afectados por patologías comunes: resfríos, bronquitis, problemas respiratorios”, señala el referente. Lo paradójico, y una clara muestra de la falla en la diagramación de estas políticas que pueden tener un fuerte impacto sobre la salud docente, es que una vez eliminado el presentismo se dio un incremento de las ausencias por enfermedad “Esa gente que iba a trabajar enferma para no perder el presentismo, pudo gozar de la licencia que se merecía”, sentenció el profesional.

Por último, el médico resalta los avances producidos en materia de salud laboral y agrega que “el año pasado se implementó un programa único en Argentina, que es asignar un médico de cabecera a cada docente que está con licencia de larga duración, y también asignar un especialista de acuerdo a la enfermedad”. De este modo, más de seis mil maestros de Santa Fe tienen un médico de cabecera asignado por la facultad de Medicina en convenio con el Ministerio de Educación.


Fuente: Área educativa.com.ar
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Romper el Dique

El presidente García ha declarado hace poco que al nuevo gobierno le va a tocar concertar. Es curioso, es la segunda vez que le escucho mencionar esa palabra como un indicador de buen gobierno. La primera vez fue en la campaña presidencial del año 2005, en la que se presentaba a sí mismo como el candidato de la concertación. Imbuido por ese espíritu, en sus primeros meses de gestión firmó el Proyecto Educativo Nacional, elaborado de manera concertada por el Consejo Nacional de Educación por encargo de la ley, convirtiéndolo en política de Estado. Poco tiempo después, en reacción a la demanda de ponerlo en práctica y dar continuidad a los acuerdos precedentes, el presidente empezó a decir que él había sido elegido para gobernar, léase para tomar decisiones sin preguntarle a nadie. El Proyecto Educativo Nacional enfatizó la necesidad de promover cambios sustantivos en la calidad de la educación empezando por los más vulnerables, es decir, por la población pobre, rural e indígena, cuyas escuelas concentran todas las deficiencias del sistema, como expresión clara de la voluntad de romper el carácter excluyente del sistema educativo, donde sólo un pequeño sector social puede ejercer su derecho a una buena educación.
En estos años, sin embargo, se ha invertido mucho en modernizar y equipar un puñado de Grandes Unidades Escolares, creándose además un colegio de elite con los máximos atributos y proyectándose crear entidades similares en cada capital de región. Esto quiere decir que, en este esquema, acceder a una educación pública de calidad deja de ser un derecho para convertirse en un mérito, pues sólo los mejores accederán a una vacante en los únicos centros educativos estatales con todas las condiciones para aprender bien. Mientras tanto, según la propia estadística oficial, la distancia entre la calidad de los aprendizajes logrados en las escuelas rurales respecto de las urbanas se viene haciendo cada vez más grande.
El Proyecto Educativo Nacional enfatizó la necesidad de garantizar a los niños pequeños un buen inicio en la vida, no sólo por ser un derecho indiscutible, sino también porque ayudaría a convertir los primeros años de su escolaridad en una experiencia de éxito, con un impacto positivo en su rendimiento posterior. Para eso se planteó universalizar la educación inicial y dotarla de la calidad necesaria, ofrecer apoyo nutricional a los alumnos de estos grados, asignar a los mejores docentes a esta etapa bisagra entre inicial y primaria y especializarlos en ella, crear mecanismos de apoyo a los niños con dificultades, entre otras medidas.
Nada de esto se ha hecho. Las evaluaciones censales de estudiantes de 2° grado y otras medidas de carácter general han logrado mover algunos puntos hacia arriba el promedio nacional de rendimiento escolar en lectura, pero a un ritmo que requeriría 52 años más para llegar al 100% de logro satisfactorio, como se señaló en el reciente CADE de la educación, y a costa de dejar atrás a la niñez rural. Entretanto, seguimos siendo un país habituado a convivir con cerca de 800 mil niños menores de 5 años con desnutrición crónica, cuyo ritmo de decrecimiento en mérito a diversos programas estatales es de 1% anual.
La lista de desaires a las políticas de largo plazo que la propia ley encargó diseñar y que se aprobaron con gran despliegue de prensa, para después ignorarse y hacer lo que todo gobierno ha hecho en educación a lo largo de la república: empezar de cero, es más larga. Las autoridades del sector, a pocas semanas del adiós, hablan ahora de concertación y continuidad.
En verdad, la concertación que el nuevo gobierno debe promover es la que haga posible, al fin, la ejecución del Proyecto Educativo Nacional. Esto supone el inicio no de un proceso de «mejoras realistas» sino de cambio a gran escala de un sistema anacrónico, autocentrado y excluyente, que supondrá rupturas y discontinuidades, afectará intereses, generará conflictos y resistencias. No obstante, gestionado con sensatez, de manera concertada y descentralizada, convertirá la educación en un verdadero factor de desarrollo y no en el lastre que es ahora.



Urgente: Hace Falta más Lógica en la Escuela

Creo que debe reforzarse la enseñanza de la lógica en las escuelas. No puede ser que escuchemos todos los días por la TV y/o leamos en los periódicos falacias de todo calibre, y que estas pasen desapercibidas para la mayoría de las personas.

Como sabemos, las falacias son razonamientos inválidos, pero que parecen válidos y pueden engañar a los desprevenidos. Una falacia sumamente común, que he oído muchas veces en estos últimos días y he leído en más de un comentario hecho en los blogs, es la que descalifica la opinión de una persona en función de alguno de sus rasgos o características, como ser de izquierda, haber militado en X partido, ser amigo de fulano, tener un temperamento irascible, o no vivir en el Perú. En esta falacia, que se llama "ad hominem" u "ofensiva", lo que se hace es atacar a la persona en lugar de refutar la lógica o veracidad de sus afirmaciones.

Un ejemplito reciente: Aquí se puede escuchar a Rafael Rey invalidando las opiniones de Vargas Llosa porque este vive en el extranjero, como si el lugar en el que una persona tiene su casa tuviera algo que ver con la solidez/fragilidad o la veracidad/falsedad de las afirmaciones que esgrime, o como si vivir fuera del Perú hiciera a la persona menos lúcida o menos comprometida con el país (en el mismo video Rey se da el lujo de decir que él cuando fué Ministro de Defensa no sabía nada del tema, que no se necesita saber nada para ser ministro y que por lo tanto Vargas Llosa debería aceptar ser ministro del interior...). Otro ejemplo: alrededor de la renuncia de Vargas Llosa al diario El Comercio hubo mucha gente que argumentó que renunciaba porque es impulsivo, como si la personalidad de Vargas Llosa (asumiendo que fuera cierto el tema de la impulsividad) deslegitimara o invalidara las razones que tiene para renunciar a El Comercio.

Hay que recordar que una parte importantísima de la formación para la ciudadanía consiste en desarrollar en las personas las capacidades de argumentación, y también aquellas que permiten deconstruir los razonamientos inválidos de los otros para evitar ser engatusados por ellos. Este es un aprendizaje fundamental, que no podemos darnos el lujo de pasar por alto. Tal como está, la educación en el Perú hace muy poco para construir estas habilidades en los estudiantes, los que en su mayoría terminan la secundaria sin saber expresar las propias ideas y, lamentablemente, sin la más mínima capacidad para reconocer y refutar los razonamientos inválidos del oponente en una conversación o un debate.

Urge pues que la escuela haga algo al respecto. Conozco profesores muy buenos que hacen un esfuerzo para que sus alumnos sean más conscientes y reflexivos y aprendan, por ejemplo, a leer la prensa críticamente o a reconocer falacias en los discursos de los políticos. Sin embargo, son la minoría, la mayoría se dedica a quien sabe qué en esas horas que tendrían que emplearse en desarrollar el pensamiento crítico y las capacidades analíticas de los estudiantes... Labor más que urgente para los profesores de lógica y filosofía y en general, para cualquier docente que esté en aula con jóvenes. Y no hay que esperar a 5to de secundaria para iniciarla.

Del Blog de Susana Frisancho
Desarrollo Humano, Constructivismo y Educación

La Teoría de la Mano Invisible

Resulta que si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno ¿Recuerdan esta frase? Fue el comentario angustiado de Mafalda a sus amigos en reacción a una conversación entre dos adultos escuchada por casualidad, en la que uno le confesaba a su interlocutor, mientras sacaba lustre a su flamante automóvil, que la ilusión por mejorar la vida de la gente eran cosas de muchachos que con la madurez se esfumaban. He escuchado varias veces este argumento en estos días, de personas interesadas en justificar moralmente su decisión de respaldar en las próximas elecciones generales a una organización con antecedentes probados de violación de derechos humanos, corrupción y abuso de poder, sólo porque garantiza la continuidad del modelo económico. Un modelo que ha posibilitado un crecimiento notable de la economía, en beneficio sobre todo de las clases medias y altas de las grandes ciudades del Perú.

Adam Smith acuñó en 1776 la teoría de la mano invisible del mercado, en su famosa obra «La riqueza de las naciones». Ella aludía a la presencia implícita de las leyes del mercado en la vida social, propiciando de manera natural que tanto los recursos disponibles como el producto de la actividad económica se asignasen con eficiencia y equidad a todas las personas. Así, la mano invisible del mercado se encargaría de compensar las diferencias y regular la organización social sin necesidad del Estado. Lamentablemente, la vida no le dio la razón a Smith. En el mundo real, el mercado siempre tendió a retribuirnos mejor no en función a nuestra mayor necesidad o talento, sino a nuestra capacidad para producir lo que otros estarían dispuestos a pagar muy bien.

Dos siglos después, me pregunto si no cabría acuñar también la teoría de la mano invisible de la educación. Podría servirnos, por ejemplo, para certificar detrás de la manera como las personas eligen relacionarse entre sí o percibirse a sí mismas y a las demás, no la mayor o menor cantidad de educación recibida sino su calidad. Se supone que la educación debería dotarnos de una de las capacidades humanas más elementales, que se volvió característica del homo sapiens desde que nuestros antepasados primates se volvieron animales sociales y empezaron a vivir en comunidad: la de descubrir al otro, validar su existencia y sus necesidades e incluirlo en nuestras decisiones.
Pero si ni siquiera la educación de excelencia reservada a las elites ha logrado tener éxito en ese propósito básico, produciendo en el mejor de los casos seres ilustrados capaces de obtener un buen empleo y respetables ingresos, pero sin solidaridad ni interés por el destino de los demás, esta teoría estaría destinada a correr la misma suerte de la teoría de Adam Smith: si el mercado no pudo generar equidad por sí mismo, la educación tampoco pudo generar identidad nacional ni inclusión social.
Destacados politólogos se ha pronunciado recientemente en contra del retorno del fujimorismo al poder, argumentando que «liquidó la democracia en el Perú e impuso un régimen autoritario que cometió crímenes de lesa humanidad como política organizada desde la cúspide del poder, y que hizo de la exclusión, el clientelismo, el abuso y la corrupción sus mecanismos principales de gobierno». Notables historiadores también se pronunciaron con un argumento similar, señalando que «el fujimorismo fue el responsable de la destrucción de la institucionalidad democrática y la formación de la mayor red de corrupción de nuestra historia». Antes lo había hecho ya un grupo de escritores peruanos, enfatizando «el valor de la libertad, el rechazo a la criminalidad y a la violencia de estado, la defensa del orden legal y el respeto a los derechos humanos». Un grupo de psicólogos lo acaba de hacer también, afirmando que las prácticas de esta organización «alimentaron y reforzaron la idea de que en el Perú, el autoritarismo, la corrupción y el asesinato se justifican y pueden quedar impunes».
Lo curioso es que todos estos argumentos parten de una premisa: el otro importa. Pero ¿Cuánto le quita el sueño a una clase social favorecida por la bonanza económica, educada en el individualismo y con una noción de patria que abarca la comida, la música y la bandera nacional pero no a la gente de los demás grupos sociales, el que sus derechos no se respeten o se roben los recursos públicos que deberían garantizarles salud y buena educación, si a cambio se mantienen sus privilegios? No lo dicen en público, pero sí lo admiten en privado y ahora en las redes sociales: en la vida real, el autoritarismo, la corrupción y hasta el asesinato son el costo social inevitable del crecimiento y el progreso. Lo demás, es decir, la democracia, la honestidad y los derechos, todo lo que tenga que ver con el bienestar del otro, son ingenuidades de juventud. Mafalda sin duda tenía razón y es por eso que al país hay que empezar a cambiarlo ahora.

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