martes, 21 de julio de 2009

Queridos Adolescentes...

Una vieja amiga (que no es lo mismo que una vieja que es mi amiga) me envió esta reflexión desde su angustia de criar adolescentes. Creo que vale mucho la pena. Ojalá la lea alguno de esos zánganos (lo digo con cariño que dentro de poco me va a tocar a mí)...

La educación de los hijos es un tema tan vasto, que encontramos bibliografía por doquier. Hay textos muy buenos y otros no tan buenos y que hay que leer con ojo más crítico. Los hay teóricos y prácticos, con casos de la vida real, con consejos, con estadísticas…

No me atrevería a escribir algo sobre la educación de los hijos pues no me creo lo suficientemente preparada —y eso que Dios me ha regalado muchos— pero sí me gustaría dedicar unas líneas a los hijos adolescentes, que en medio de su crisis existenciales ponen de vuelta y media a la familia entera. Tal vez sirva de algo que conozcan lo que algunos padres vivimos en esta etapa que, aunque no lo crean, no sólo es complicada para ellos.

Es innegable el orgullo que sentimos los padres cuando comenzamos a mirar a los hijos frente a frente y, en algunos casos, hacia arriba. Es emocionante compartir con la hija adolescente el maquillaje y tal vez algún polo (sólo algún polo, porque el resto de nuestro clóset “nada que ver mami, no te pases”). Es una experiencia rara pero única cuando las vocecitas infantiles de los chicos comienzan a cambiar y de pronto escuchas un “mamaaaaá” que estremece toda la casa… Y ni qué decir cuando reclaman algo o se molestan; tal vez valdría la pena que sepan que también nos asustamos… Cuando era niña, más de una vez rompí o malogré algo de la casa de mis padres, pero nunca tuve miedo de la reacción, a lo más ayudabas a reponerlo… pero ¡que ni se me rompa algo de la habitación del adolescente! Sí nos asustan… de verdad.

La adolescencia es una etapa en que todos se vuelven hijos únicos. Las actividades de la familia, el tiempo, las necesidades de los demás, cuentan poco. Ellos tienen que ir a las cinco, y si sus hermanos deben llegar media hora antes, pues que ni se nos ocurra salir todos juntos. Vuelva usted por la chica nuevamente, ¿no se ha dado cuenta de que media hora en el carro significa media hora menos de espejo o de Chat? No puede ser. La solución no es complicada, pueden ir en taxi y así no molestan a nadie. Es verdad. Sólo que todos estábamos yendo al mismo sitio, hijita, podríamos ahorrar el taxi y el pánico que nos da que lo usen… ¿No se han puesto a pensar que cada taxi es una arruga más? Una arruga más en el rostro y en el corazón, porque no podríamos soportar que les hicieran daño… claro, puede ser un taxi conocido, la arruga es un poco más chiquita. “Ay mamá, por gusto te complicas, no pasa nada”.

Nunca pasa nada. El peligro es una categoría que los padres nos hemos inventado para hacerles la vida imposible a los hijos. Para quitarles su libertad. Ya les robaron el celular, el Ipod, la cartera, la billetera; al amigo ya le tuvieron que zurcir la cara por la pelea del otro día; al otro ya se le quitaron las ganas de tomar taxis en la calle; otra se despertó en un hotel después de haber sido ultrajada… pero el peligro no existe. Los padres somos unos exagerados. Como las ovejas que no saben cuándo va a venir el lobo, así van nuestros adolescentes, pastando por la vida hasta que se topan con el mordisco. Sólo que las ovejas tienen cerca al pastor para espantar al lobo y ser curadas. Los padres a veces ni nos enteramos de los “mordiscos” que reciben nuestros hijos… es la ley de la vida.

De ninguna manera estoy a favor de la sobreprotección, palabra favorita de muchos adolescentes. Me gustaría que entiendan que “amor” no es “sobreprotección”. Que hay una gran diferencia. Que entiendan que llevar, traer, negar algunos permisos, llamar, preguntar, aconsejar, recomendar, repetir y repetir, cansa. Que sería más cómodo y sencillo quedar al margen de sus vidas. Pero no podemos porque son demasiado importantes para nosotros; tanto, que ya nos estamos acostumbrando a su adolescencia; la pena es que cuando terminemos de acostumbrarnos, ya serán adultos y nos dirán: “¿Viste que no pasó nada?”.

Por: José Manuel Rodríguez Canales

1 comentario:

Blogmaníacos dijo...

Me permito reproducir parte de este interesante post en Bibliofagia (soy madre de hija adolescente).
Saludos.

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