Maestro, profesor, catedrático, instructor, facilitador, mediador, guía, enseñante, licenciado; tantos nombres, tantas formas de llamar a los que nos dedicamos a la docencia; pero, lograr que la docencia sea una profesión no es tan simple como cambiar de nombres. Cierto que tras las palabras van implícitas diferentes connotaciones, unas relacionadas con la forma de concebir la actividad (no es lo mismo "dar instrucciones" que "profesar" una disciplina), otras que asignan "status" o auto prestigio social, de ahí que haya para quienes el vocablo "licenciado" o "catedrático" apenas corresponde a su tan "docta" personalidad, o simple postura nominativa, dejando las otras denominaciones para docentes de niveles básicos, como si éstos fueran menos valiosos e importantes.
¡Vaya que nos jugamos trampas con las palabras! Porque antes que ayudar a comprender lo que somos los docentes y a mejorar nuestras prácticas educativas, sirven únicamente para refrendar supuestos, prejuicios y hasta equívocos. Por ejemplo, no falta para quienes ser "licenciados", además de aportarle el brillo de "mayor nivel" en la escala de los "reconocimientos", les exime, a su entender, de ejecutar tareas curriculares de docentes de la EBR; porque supuestamente están "preparados" para la docencia superior y las didácticas universitarias (clases magistrales, exposiciones discursivas) antes que, desarrollar un currículo por capacidades y competencias y cuestionar su papel como docente o profesor que propicia aprendizajes para una formación integral de los estudiantes, a partir de un diseño de sesión de aprendizaje estratégicamente construido.
La docencia, colegas, ES UNA PROFESIÓN que se está enfrentando a un reto que requiere cambios de paradigmas para enfrentar con conocimiento, iniciativa, creatividad y coraje este sistema absorbente de la globalización del consumo y las tecnologías que utiliza el neoliberalismo para difundir su filosofía pragmática. Durante mucho tiempo el sistema educativo funcionó dentro de un paradigma que privilegiaba el desarrollo intelectual que a veces no contribuía en mucho más que en la acumulación de conocimientos. En la actualidad la demanda social es otra: lograr el desarrollo personal integral del estudiante. Hoy día, un maestro debe entender el concepto de desarrollo personal integral, debe entender que es el guía, el que acompaña a los estudiantes en su evolución, el que puede influir en todos los aspectos de su personalidad, no solamente de la capacidad intelectual o de memoria.
Ante esta nueva realidad, los maestros de hoy tenemos que ser agentes que apoyen y ayuden al desarrollo personal integral. Tenemos que conocer y entender a las personas con las que trabajamos, Asumir la necesidad de modificar nuestros procesos para que correspondan a la nueva realidad. Contribuir en la transformación de los climas institucionales, con conformaciones muy distintas a las que estábamos acostumbrados, en las que tenemos que aprender a convivir. El avance tecnológico que se da mediante el uso del celular o de la memoria (USB) y la computadora, que a través de Internet hay maravillas, pero también basura y virus mentales que alienan y enajenan la percepción realista de los estudiantes. Por esto es importante reflexionar y sacar adelante el reto de apoyar a las generaciones jóvenes con un accionar ético que sostenga nuestra profesión. FELIZ DÍA MAESTROS.
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