En muchos colegios prohiben a los estudiantes tener celulares. Muchas veces se los confiscan en la puerta para devolvérselos a la salida, pero si el alumno sigue llevándolo a la escuela se lo confiscan por una semana, y a veces por más tiempo. Se de colegios que ya no los devuelven o lo hacen solo al final del año. El tema se ha vuelto recurrente porque en ciertos estratos sociales son cada vez más los niños que tienen celulares, y siempre aparece como problema cuando converso sobre disciplina escolar con grupos de maestros.
Yo ya he dado mi opinión sobre los reglamentos, la disciplina y las prohibiciones escolares en varios posts de este blog, por ejemplo, en este, en este otro y en este más.
Sobre este tema en específico, me preocupa una cosa muy simple:
El celular es un artefacto que existe en el mundo y que mucha gente opta por usar, con todo derecho (más allá de que a algunos no nos guste mucho utilizarlo o temamos que sea malo para la salud). Muchos padres les dan celulares a sus hijos con el fin de mantenerse en contacto y monitorearlos, lo que no es malo en sí mismo. Cuando les pregunto cuál es el problema con los celulares, muchos profesores responden que estos "generan desorden", que los niños se distraen con ellos y que temen que el celular suene e interrumpa la clase... Yo les pregunto entonces que si ellos no creen -asumiendo que el sonido y las interrupciones es el único o el mayor problema- que los estudiantes deberían más bien aprender a regularse de manera autónoma, es decir, aprender a respetar al otro y apagar el celular durante clases, ponerlo en modo discreto o silencioso en una conferencia, dejarlo en algún lugar cuando hay un exámen, etc. Me dicen entonces que los alumnos no se regulan solos y les digo que es precisamente por ello que tienen que aprender a hacerlo, y la única manera es analizando el sentido de las normas, discutiendo en qué circunstancias podría permitirse un celular y de qué manera, explicando las consecuencias negativas que su uso inapropiado trae a la dinámica del salón de clases, pensando normas colectivamente (ojo: colectivamente, no imponiéndolas unilateralmente) y evaluando constantemente su cumplimiento, etc. ¿Cuando, si no, van los niños a practicar esto?
Si nos tomáramos en serio la premisa de que el conocimiento viene de la acción, entenderíamos mejor la necesidad de que los niños generen, practiquen y discutan las normas que regulan su convivencia. No sirve de nada quitar, confiscar y prohibir, salvo quizá para mantener el aula y las relaciones en ella como el profesor desea que sean. Pero no es pedagógico para los niños, pues no les enseña absolutamente nada sobre el por qué un celular que suena durante una clase constituye un problema que nos afecta a todos, ni los prepara para generar soluciones consensuadas para este tipo de situaciones.
Pienso yo que si los adultos de hoy hubieran tenido más ejercicios de convivencia de este tipo cuando niños, no tendrían ahora tantas dificultades para normarse a si mismos y respetar los derechos de los demás. Mientras discutía estas y otras ideas con los profesores, sonaron los celulares de varios, en plena sesión de trabajo y a pesar de que inicialmente puse el mio en vibrador y pedí a los profesores que hicieran lo mismo con los suyos...
NotaYo ya he dado mi opinión sobre los reglamentos, la disciplina y las prohibiciones escolares en varios posts de este blog, por ejemplo, en este, en este otro y en este más.
Sobre este tema en específico, me preocupa una cosa muy simple:
El celular es un artefacto que existe en el mundo y que mucha gente opta por usar, con todo derecho (más allá de que a algunos no nos guste mucho utilizarlo o temamos que sea malo para la salud). Muchos padres les dan celulares a sus hijos con el fin de mantenerse en contacto y monitorearlos, lo que no es malo en sí mismo. Cuando les pregunto cuál es el problema con los celulares, muchos profesores responden que estos "generan desorden", que los niños se distraen con ellos y que temen que el celular suene e interrumpa la clase... Yo les pregunto entonces que si ellos no creen -asumiendo que el sonido y las interrupciones es el único o el mayor problema- que los estudiantes deberían más bien aprender a regularse de manera autónoma, es decir, aprender a respetar al otro y apagar el celular durante clases, ponerlo en modo discreto o silencioso en una conferencia, dejarlo en algún lugar cuando hay un exámen, etc. Me dicen entonces que los alumnos no se regulan solos y les digo que es precisamente por ello que tienen que aprender a hacerlo, y la única manera es analizando el sentido de las normas, discutiendo en qué circunstancias podría permitirse un celular y de qué manera, explicando las consecuencias negativas que su uso inapropiado trae a la dinámica del salón de clases, pensando normas colectivamente (ojo: colectivamente, no imponiéndolas unilateralmente) y evaluando constantemente su cumplimiento, etc. ¿Cuando, si no, van los niños a practicar esto?
Si nos tomáramos en serio la premisa de que el conocimiento viene de la acción, entenderíamos mejor la necesidad de que los niños generen, practiquen y discutan las normas que regulan su convivencia. No sirve de nada quitar, confiscar y prohibir, salvo quizá para mantener el aula y las relaciones en ella como el profesor desea que sean. Pero no es pedagógico para los niños, pues no les enseña absolutamente nada sobre el por qué un celular que suena durante una clase constituye un problema que nos afecta a todos, ni los prepara para generar soluciones consensuadas para este tipo de situaciones.
Pienso yo que si los adultos de hoy hubieran tenido más ejercicios de convivencia de este tipo cuando niños, no tendrían ahora tantas dificultades para normarse a si mismos y respetar los derechos de los demás. Mientras discutía estas y otras ideas con los profesores, sonaron los celulares de varios, en plena sesión de trabajo y a pesar de que inicialmente puse el mio en vibrador y pedí a los profesores que hicieran lo mismo con los suyos...
Imagen del niño con celular tomada de aquí
1 comentario:
Pues coincido contigo que prohibir por prohibir, en este caso como en otros, no es la solución, aunque pueda parecerlo. Lo suyo es enseñar normas de comportamiento adecuadas y que además se inculque respeto.
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