Quizá aún no hemos escuchado hablar sobre educación inclusiva, pues es importante que sepas que este término hace referencia a aquellas escuelas que ofrecen a todos sus alumnos las oportunidades educativas y las ayudas ya sean curriculares, personales o materiales, necesarias para su progreso académico y personal. Asimismo ésta no sólo puede reducirse a una simple cuestión curricular, organizativa o metodológica; la inclusión es más que todo eso, es una manera distinta de entender la educación y, si se quiere, la vida misma y la sociedad.
Si nos damos cuenta en el siglo XXI la problemática de la discapacidad sigue atrapada entre la indiferencia y el proteccionismo. Pese a que el principio de la normalización de las personas con discapacidad se gestó y dio frutos desde mediados del siglo XX, todavía no tratamos normalmente a estos seres humanos y propiciamos que tengan condiciones anormales de vida, (aunque lo hagamos para darles el “trato especial” que necesitan). Tengamos en cuenta que para nosotros muchas veces el rótulo de discapacitado supone disminución, y la palabra en sí puede predisponer a una connotación negativa de la persona, reconociéndose a la misma con un sentido que puede resultar hasta peyorativo. La expresión “es un discapacitado” muchas veces define a todo aquel al que se lo “diagnostica” como deficitario en algún aspecto. De esta manera, nos detenemos sólo en lo que alguien no puede hacer, debido a que sus propias facultades lo limitan para ello, sin contemplar la posibilidad de que esta persona pueda estar capacitada para algún o muchos tipos de realizaciones. En otros palabras nos encontramos en un mundo discriminatorio y esto se pone en marcha muchas veces cuando las familias y las instituciones de las que participan las personas con discapacidad hacen por ellas lo que podrían hacer por sí mismas; los sobreprotegen en vez de concederles la “dignidad del riesgo”. Se los “cuida” por ser discapacitados y esto, paradójicamente, los hace más vulnerables.
Entonces, lo que la educación inclusiva como su nombre lo dice desea incluir a los niños o adolescentes con cualquier tipo de discapacidad ya sea leve o moderada en las instituciones educativas de Educación Básica Regular (EBR), buscando de ésta manera que los antes mencionados desarrollen sus capacidades y habilidades al igual que cualquiera de nosotros, sumergiéndose en nuestra sociedad y haciendo lo que nosotros hacemos, sin ponerse limitaciones.
Lamentablemente en nuestro país los gobernantes o dirigentes no se han enfocado en este aspecto de la educación, ya que como los discapacitados forman un grupo minoritario del Perú, no existe un presupuesto destinado a tratar de mejorar su calidad de vida, no se invierte en la educación de éstos, valga la comparación, en otros países la situación es diferente se preocupan por ofrecer a las personas discapacitadas un vida agradable y desarrollan la tecnología a favor de ellos. Esperemos que el país que habitamos muy pronto despierte y vea que toda la población necesitamos de su apoyo: tanto los pobres como los discapacitados; porque somos seres humanos con sentimientos.
El reconocimiento a la diversidad, la educación para la convivencia democrática y participativa nos abre la esperanza en la construcción de un proyecto de sociedad y de humanización, donde el pluralismo, la cooperación, la tolerancia y la libertad sean los valores que definan nuestro pensar, actuar y ser.
Si nos damos cuenta en el siglo XXI la problemática de la discapacidad sigue atrapada entre la indiferencia y el proteccionismo. Pese a que el principio de la normalización de las personas con discapacidad se gestó y dio frutos desde mediados del siglo XX, todavía no tratamos normalmente a estos seres humanos y propiciamos que tengan condiciones anormales de vida, (aunque lo hagamos para darles el “trato especial” que necesitan). Tengamos en cuenta que para nosotros muchas veces el rótulo de discapacitado supone disminución, y la palabra en sí puede predisponer a una connotación negativa de la persona, reconociéndose a la misma con un sentido que puede resultar hasta peyorativo. La expresión “es un discapacitado” muchas veces define a todo aquel al que se lo “diagnostica” como deficitario en algún aspecto. De esta manera, nos detenemos sólo en lo que alguien no puede hacer, debido a que sus propias facultades lo limitan para ello, sin contemplar la posibilidad de que esta persona pueda estar capacitada para algún o muchos tipos de realizaciones. En otros palabras nos encontramos en un mundo discriminatorio y esto se pone en marcha muchas veces cuando las familias y las instituciones de las que participan las personas con discapacidad hacen por ellas lo que podrían hacer por sí mismas; los sobreprotegen en vez de concederles la “dignidad del riesgo”. Se los “cuida” por ser discapacitados y esto, paradójicamente, los hace más vulnerables.
Entonces, lo que la educación inclusiva como su nombre lo dice desea incluir a los niños o adolescentes con cualquier tipo de discapacidad ya sea leve o moderada en las instituciones educativas de Educación Básica Regular (EBR), buscando de ésta manera que los antes mencionados desarrollen sus capacidades y habilidades al igual que cualquiera de nosotros, sumergiéndose en nuestra sociedad y haciendo lo que nosotros hacemos, sin ponerse limitaciones.
Lamentablemente en nuestro país los gobernantes o dirigentes no se han enfocado en este aspecto de la educación, ya que como los discapacitados forman un grupo minoritario del Perú, no existe un presupuesto destinado a tratar de mejorar su calidad de vida, no se invierte en la educación de éstos, valga la comparación, en otros países la situación es diferente se preocupan por ofrecer a las personas discapacitadas un vida agradable y desarrollan la tecnología a favor de ellos. Esperemos que el país que habitamos muy pronto despierte y vea que toda la población necesitamos de su apoyo: tanto los pobres como los discapacitados; porque somos seres humanos con sentimientos.
El reconocimiento a la diversidad, la educación para la convivencia democrática y participativa nos abre la esperanza en la construcción de un proyecto de sociedad y de humanización, donde el pluralismo, la cooperación, la tolerancia y la libertad sean los valores que definan nuestro pensar, actuar y ser.
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