Si no estás haciendo un curso sobre las TIC, no eres nadie. Lo mejor es un curso sobre PDI, haya o no en tu centro una PDI, aunque un curso sobre Google Sites tampoco está mal. La última opción es JClic o Hot Potatoes aunque, como ninguno de los dos es Web 2.0, debes saber que no están de moda.
Los dos años anteriores fueron las competencias básicas. Cuesta creer que los mismos cursos que hoy se cancelan por falta de asistentes, eran un éxito hasta hace unos meses: dos años atrás todos quisimos saber cómo programar por competencias (¿dónde se ponen las competencias, delante o detrás de los objetivos?) y, el año pasado, la pregunta era cómo evaluarlas, ahora que ya las estábamos enseñando.
¿Qué fue antes de las competencias básicas? Podríamos hablar de la interculturalidad, del "español para inmigrantes", de la atención a la diversidad o de la convivencia en la escuela. Todos llegaron y todos se fueron.
En principio esto podría parecer normal. Se detecta una nueva necesidad o aparece un nuevo interés (en el profesorado o en la administración) y el sistema se reajusta para atenderlo; el primer paso para la innovación es siempre la formación del profesorado y parece razonable que se renueven los temas y los enfoques.
La pregunta, sin embargo, no es si estos cambios son normales. La pregunta crucial es sobre qué se construye y qué queda de cada uno de estos temas pasado el tiempo.
¿Resolvimos el asunto de la convivencia en la escuela con todos aquellos cursos de resolución de conflictos? ¿Mejoramos la atención a la diversidad con los cursos sobre adaptaciones curriculares? ¿Somos capaces de enseñar la lengua de la escuela a quienes hablan otras lenguas? ¿Hemos construido una escuela intercultural con todos aquellos cursos y proyectos? ¿Qué estamos haciendo para contribuir al desarrollo de las competencias básicas de nuestros estudiantes? ¿Seremos capaces de incorporar las TIC a nuestra práctica docente? Si intuyes que la respuesta a estas preguntas es negativa, algo estamos haciendo mal.
Por un lado, muchas de estas novedades no encajan en nuestra peculiar "cultura de enseñanza". En muchos sentidos nuestra escuela (más en Secundaria que en Primaria, más en Primaria que en Infantil) es heredera de prácticas trasnochadas que cada día se demuestran menos eficaces (lecciones magistrales, falta de interacción, instrucción individualista, seguimiento fiel del libro de texto, evaluación para la calificación y mediante exámenes de "lápiz y papel", etc.); y buena parte de culpa la tiene la formación inicial del profesorado, que perpetúa esta "cultura de enseñanza" y que no ha sido capaz de formar docentes que promuevan la renovación de la escuela desde dentro: ¿será posible con la universidad a la boloñesa invertir esta tendencia? Lo veremos en próximos capítulos.
Por otro lado, para contrarrestar esta tendencia, quizás sería útil poder visualizar, con franqueza y cierto distanciamiento, nuestro "marco pedagógico" personal: cómo enseño, por qué enseño así, qué consecuencias tiene mi forma de enseñar, de qué otra forma podría enseñar mejor. Si cada uno pudiera dibujar de manera clara y fidedigna su "teoría personal de la enseñanza y aprendizaje" y sus "principios para la práctica educativa", la formación permanente podría ser vivida como un camino de desarrollo profesional: cada docente y cada centro podría tomar de la formación permanente aquello que necesite y adoptar las novedades que crea que pueden ayudarle a ser más eficaz.
La formación tiene que ser un foro vivo de ideas y de recursos, no un catálogo de moda.
Salud
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