Hace solamente diez años afirmar que los libros en papel podrían desparecer de las escuelas y los hogares hubiera sido impensable. Sin embargo, existen ya muchas evidencias que empiezan a hacer viable esta hipótesis. Vivimos en un tiempo en que muchos anuncian la inevitable desaparición del papel con la llegada de los ebooks y otros aparatos electrónicos de lectura. Son los adultos quienes consumen libros de lectura en papel, pero no así los adolescentes y jóvenes. Éstos por el contrario invierten su tiempo de ocio en el uso de distintas tecnologías digitales para usos diversos: bajar música, ver películas o serios de televisión on line, conversar con otros amigos en redes sociales, jugar a través de Internet, consultar sitiosweb diversos, etc.
La cultura en papel está desapareciendo de las prácticas de consumo de las nuevas generaciones de jóvenes que son usuarios de todo tipo de artilugios con pantallas - sean en formato televisión, videojuego, móvil o computadora- y es previsible que, en pocos años, las obras impresas sean una reliquia del pasado de modo que en los hogares existan múltiples tipos de tecnologías, pero no libros en papel.
Intuyo que, a medio plazo, los centros educativos serán uno de los escasos escenarios de supervivencia del material impreso –junto con las Bibliotecas Públicas- en la sociedad de la cultura digital. Desde mi punto de vista la escuela actual y del futuro tiene que ser el espacio social donde convivan y se apoyen mútuamente los libros con las tecnologías digitales, donde se forme (o alfabetice) al alumnado para que sea capaz de emplear indistintamente los recursos y saberes tanto de la cultura impresa como de la digital. En consecuencia, las bibliotecas escolares debieran seguir cumpliendo el papel de garantes y dinamizadoras de la experiencia de la lectura. Las pantallas ofrecen experiencias rápidas e hipertextuales de acceso a la información, pero son los libros quienes permiten experiencias de lectura larga, pausada y reflexiva.
Para los educadores lo relevante debiera ser que los niños y niñas obtengan muchas y variadas experiencias de aprendizaje con todos los medios y tecnologías que dispone nuestra sociedad. Actividades como leer libros, usar enciclopedias y diccionarios, escribir textos, ver videos, buscar en bases de datos digitales, elaborar archivos multimedia, ver y analizar productos televisivos, crear sitiosweb, comunicarse mediante email y/o foros, ... que sean valiosas cognitiva y emocionalmente.
En definitiva lo que está en juego no es solamente cambiar unos materiales educativos del pasado (los libros de texto en papel) por otros sofisticados tecnológicamente, sino formar adecuadamente al alumnado como ciudadanos cultos, críticos y preparados para afrontar las incertidumbres y características multimediáticas del siglo XXI y ello significará cambiar las formas de enseñar, así como replantear y redefinir qué significa educar para una cultura compleja. En este proceso, las Bibliotecas Escolares, entendidas como centros de recursos dinamizadores del aprendizaje escolar estrechamente vinculadas a proyectos innovadores del profesorado, tendrían mucho que aportar.
La cultura en papel está desapareciendo de las prácticas de consumo de las nuevas generaciones de jóvenes que son usuarios de todo tipo de artilugios con pantallas - sean en formato televisión, videojuego, móvil o computadora- y es previsible que, en pocos años, las obras impresas sean una reliquia del pasado de modo que en los hogares existan múltiples tipos de tecnologías, pero no libros en papel.
Intuyo que, a medio plazo, los centros educativos serán uno de los escasos escenarios de supervivencia del material impreso –junto con las Bibliotecas Públicas- en la sociedad de la cultura digital. Desde mi punto de vista la escuela actual y del futuro tiene que ser el espacio social donde convivan y se apoyen mútuamente los libros con las tecnologías digitales, donde se forme (o alfabetice) al alumnado para que sea capaz de emplear indistintamente los recursos y saberes tanto de la cultura impresa como de la digital. En consecuencia, las bibliotecas escolares debieran seguir cumpliendo el papel de garantes y dinamizadoras de la experiencia de la lectura. Las pantallas ofrecen experiencias rápidas e hipertextuales de acceso a la información, pero son los libros quienes permiten experiencias de lectura larga, pausada y reflexiva.
Para los educadores lo relevante debiera ser que los niños y niñas obtengan muchas y variadas experiencias de aprendizaje con todos los medios y tecnologías que dispone nuestra sociedad. Actividades como leer libros, usar enciclopedias y diccionarios, escribir textos, ver videos, buscar en bases de datos digitales, elaborar archivos multimedia, ver y analizar productos televisivos, crear sitiosweb, comunicarse mediante email y/o foros, ... que sean valiosas cognitiva y emocionalmente.
En definitiva lo que está en juego no es solamente cambiar unos materiales educativos del pasado (los libros de texto en papel) por otros sofisticados tecnológicamente, sino formar adecuadamente al alumnado como ciudadanos cultos, críticos y preparados para afrontar las incertidumbres y características multimediáticas del siglo XXI y ello significará cambiar las formas de enseñar, así como replantear y redefinir qué significa educar para una cultura compleja. En este proceso, las Bibliotecas Escolares, entendidas como centros de recursos dinamizadores del aprendizaje escolar estrechamente vinculadas a proyectos innovadores del profesorado, tendrían mucho que aportar.
1 comentario:
Muy interesantes tus aportes.
Muchas Gracias por la visita al Blog y tu comentario, estaremos en contacto.
Adjunto algunos enlaces de temas publicados en relación a las bibliotecas o la lectura:
http://educaresdesarrollo.blogspot.com/2009/06/lectura-en-tiempos-de-internet.html
http://educaresdesarrollo.blogspot.com/2009/06/historietas-sobre-la-biblioteca.html
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