domingo, 24 de abril de 2011

La Educación es un Arroz con Pato

En una jornada de capacitación docente donde se trataba sobre el desarrollo de capacidades y actitudes en los estudiantes, el formador no encontraba forma de hacer entender a los docentes participantes el enfoque socio-cognitivo y creativamente relató esta historia:

Es la historia de una pareja de recién casados, luego de su luna de miel llegaron a su dulce hogar - no a la casa de la mamá o de la suegra, sino a su casa - y resulta que a la hora del desayuno se sientan la pareja de esposos y el esposo le dice a su esposa: sabes mi amorcito, para el almuerzo quiero que me prepares un arroz con pato. La esposa muy contenta, le dice que sí y el esposo se va a trabajar. Bueno la esposa va al mercado y compra el pato y los demás insumos necesarios, llega a casa y se dispone a preparar el arroz con pato, pero resulta que ¡no sabía preparar el arroz con pato!, pero aún así lo preparó ya que lo quería mucho a su esposo y no quería quedarle mal.
A la hora de almuerzo llega el esposo y la señora le sirve el arroz con pato, pero resulta que más parecía un aguadito de pato ya que no le había salido bien. El esposo se sienta a la mesa y se dispone a servirse, ve el arroz con pato y con todo lo come; al terminar de almorzar el esposo le dice a su esposa: mi amorcito yo te quiero mucho y por eso debo decirte la verdad, tu arroz con pato no está tan rico y como soy profesor te voy a calificar tu arroz con pato. Le puso un calificativo de 07, imagínese a la esposa como se puso ¡qué vergüenza sacarse 07 en arroz con pato!. Pues bien la esposa no se queda tranquila y se va a la casa de su mamá y le dice: mami no sabes la vergüenza que he pasado al preparar arroz con pato para mi esposo, quiero que me enseñes pues, la mamá le enseña de la mejor manera pero la esposa no se queda contenta va casa de la suegra le pide lo mismo y la suegra accede a apoyarla; en ese transcurso pasan dos semanas y al término de este tiempo, nuevamente a la hora del desayuno el esposo le dice a su querida: mi amorcito, para la hora de almuerzo quiero que me prepares un arroz con pato a lo que la esposa le dice: ya mi amor ahora si te voy a preparar un buen arroz con pato; dicho y hecho llega la hora del almuerzo y la señora le presenta a su esposo un arroz con pato lógicamente mucho mejor preparado que hace quince días, pues bien el profesor se dispone a comer y lo prueba rico pero aún no tan rico como lo prepara la mamá o la suegra - pero ahí va - termina de comer el profesor y le dice a su esposa: mi amor tu arroz con pato ha mejorado mucho y ahora te ha salido el arroz graneadito pero te falta un poco de sazón y como soy profesor te voy a calificar el día de hoy tienes 12.
La esposa no contenta aún con el 12 se va a los mejores restaurantes y le dicen: tenemos diferentes tipos de arroz con pato, por ejemplo arroz con pato a la chiclayana, a la piurana, a la trujillana; nosotros te vamos a enseñar como se preparan cada uno de ellos y tu verás cual es el más rico - ¿usted se inclinaría por alguna sazón en especial? - pues bien, en ese transcurso pasan dos semanas y la esposa aprende a preparar un arroz con pato exquisito, después de esos quince días el profesor - a la hora del desayuno - le dice a su esposa: mi amorcito, quiero que me prepares un arroz con pato; a ya le contesta la esposa ahora si te vas a chupar los dedos, le sirvió el arroz con pato a la ... chiclayana, el esposo comió y efectivamente le dijo: mi amor tu arroz con pato está riquísimo y como soy profesor y te quiero mucho te voy a poner 20 el día de hoy. La esposa contenta por eso le dice: bueno mi amor al final tengo 20 en arroz con pato... no, no mi amorcito - dice el profesor - recuerda que yo soy profesor de educación secundaria y tengo que promediar tus calificativos, sumó y dividió entre 3 y le puso un calificativo final de 13, la esposa no se quedó contenta por este calificativo final.
Pregunto a usted amigo: ¿Será justo el 13 final frente al 20 que obtuvo, que reflexión amerita la historia?
Vamos a colocar un caso:
Si pasan 15 días más y el profesor le pide a su esposa que le prepare un arroz con pato ¿usted cree que nuevamente obtenga un 07 o un 12? ¿Cómo justifica esto?
Pues bien aquí es donde viene la analogía del desarrollo de capacidades y el arroz con pato, las capacidades se potencian y normalmente se hacen más complejos en la persona, no bajan su nivel. Podría ser que la esposa nuevamente obtenga un 07 o 12 siempre y cuando se aloque por ejemplo, eso quiere decir que si puede bajar el nivel de sus capacidades pero siempre que suceda algo negativo en la persona, ejemplo que antes de una prueba a un estudiantes le hayan dado una tremenda maja en su casa y nosotros profesores indolentes ante ello; o que haya pasado alguna situación de gravedad para el estudiante. Entonces ante esta situación podemos preguntarnos ¿las emociones condicionan el desarrollo de nuestras capacidades? Uhmmm para reflexionar ¡claro que sí!

Otra preguntita más:
¿A qué crees que se debe que la esposa del profesor, logró hacer un buen arroz con pato?
Pues será al amor que le tenía a su esposo, ya que si no fuera así no creo que haya tolerado el primer calificativo del profesor y le hubiera dicho: ¡sabes que papito si no te gusta mi arroz con pato, entonces anda que te lo haga tu mamita y no me fastidies!.

El amor es la madre de los valores y los valores se reflejan mediante las actitudes que hacen que la esposa quiera aprender y pueda aprender.

Lección:
Debemos hacer que nuestros estudiantes quieran aprender (actitudes), para poder aprender (capacidades).

¡Enseñar a querer para poder aprender!

Prof. Carlos Alberto Yampufé Requejo

Lecciones Aprendidas sobre Ética y Ciudadanía en el Perú

André Comte-Sponville, un destacado filósofo francés, cuenta en una entrevista concedida a Edmond Blattchen hace unos años, lo que un psicoterapeuta le confesó alguna vez: que la esperanza es la principal causa de suicidio en el mundo, pues la gente se angustia y sufre sobre todo por decepción. Quizás ese sea el sentimiento en el que ha quedado atrapado un sector del país el pasado domingo, al comprobar que los dos candidatos que disputarán la presidencia del Perú han sido los que encarnan sus peores temores y su mayores rechazos. Quizás ese sea el sentimiento que los está empujando a abstenerse o a viciar su voto. ¿Es esa la mejor opción?

Nietzsche, hace más de 100 años, nos hablaba de la muerte de Dios, es decir, de una entidad situada por encima de lo humano, con poder para conceder generosamente a todos los hombres la satisfacción de sus anhelos más profundos. Si el gran pozo de los deseos no funcionase más, no habría nada ni nadie que reemplace a los seres humanos en la responsabilidad de construir por sí mismos el futuro que consideran deseable. Lo que Nietzsche no sabía es que los peruanos estamos tan habituados a esperar, que si no existiese un mesías, nos inventaríamos uno. La necesidad que tenemos de colgarnos cada tanto de alguien que nos haga la tarea de sacar adelante al país –sea lo que fuese lo que eso signifique para cada quien- ya es casi biológica.

Peor aún, vivimos en un país donde los mesías se inventan solos y aparecen cada cinco años buscando feligresía para sus religiones salvadoras. Lo que venden, por supuesto, es esperanza y la ofrecen en pomo grande. No les preocupa defraudarla, pues trabajan para mantener viva la pasiva ilusión de las personas con algunas dádivas, induciéndolas todo el tiempo a negar la realidad. Un buen ejemplo de esto son las publicitadas cifras de reducción de la pobreza. Jorge Bruce, en un reciente y estupendo artículo, dice que la tal reducción ha significado para muchos peruanos «pasar de ganar una cantidad irrisoria a una indecente», aunque se ha buscado sepultar este hecho «bajo una andanada de gráficos exultantes y declaraciones arrogantes», haciéndonos prisioneros de un optimismo impostado y convenido o, para usar las palabras de Bruce, de esa «embriaguez maniaca encarnada por nuestro Presidente».

Son numerosas las personas que se sienten ahora víctimas de un destino inesperado, que los coloca entre dos alternativas en las que no creen. Frente al dilema moral, están tentados de abstenerse y quieren viciar su voto, abjurando de ambos dioses. No los quieren en su altar. Ahora bien ¿Cuál es la consecuencia de esta decisión? ¿Sentarse a aguardar que aparezca otro salvador en quien depositar, una vez más, las contrariadas esperanzas? La idea de «la muerte de Dios» o de los dioses es en realidad una invitación a cerrar el ciclo de la esperanza pasiva e ingenua, que deposita en un ser superior –digamos, un candidato- la construcción del propio destino. Es una invocación, al mismo tiempo, para abrirle paso al ciclo de la responsabilidad y la autonomía. Porque lo que viviremos los próximos cinco años no será lo que elijamos en un ánfora, sino lo que elijamos construir, corregir o impedir que se destruya. El país es nuestro.

¿Lo duda acaso? Hace 10 años fuimos protagonistas del derrumbe de un gobierno autoritario, cuyo presidente disolvió el congreso, cambió la constitución, capturó el poder judicial, pervirtió a las fuerzas armadas, sobornó a los medios de comunicación, so pretexto del combate al terrorismo asesinó población civil indefensa y pretendió gobernar por tres periodos consecutivos, reeligiéndose indefinidamente. Por si fuera poco, nos colocó, para vergüenza nacional, en el ranking de los países más corruptos del planeta. Si esa sigue siendo la religión de un 23% de ciudadanos, está en nuestras manos demostrar que el 77% del país ya no cree en ella.

Ollanta Humala me suscita dudas y no voté por él en primera vuelta, aunque tampoco es el monstruo sangriento que cierta prensa nos vende y sí comparto con sus electores la desconfianza en un sistema que produce pobres para generar una riqueza que beneficia a pocos. De Fujimori, en cambio, tengo certezas absolutas que la historia confirma. No quiero devolverle el país que amo a quien lo saqueó y dañó moralmente con abominable saña y cinismo.

Ideas Disparatadas sobre los Hijos de Piaget

La verdad es que la ignorancia es atrevida, o al menos, imprudente. Hay mucha pero mucha gente que está convencida de que Jean Piaget fué un pésimo padre con sus hijos, que los maltrató y les hizo vivir una infancia indigna, y que como consecuencia, estos fueron todos muy neuróticos y desadaptados y terminaron suicidándose. Miren por ejemplo este enlace, una muestra de las cosas que sobre este tema se pueden encontrar en la web.

Pues bien: nada de esto es cierto. Hasta el día de hoy, 18 de Abril de 2011, los tres hijos de Piaget (dos mujeres y un hombre) están vivos y residen en Suiza. Los que conocieron a Piaget personalmente, Silvia Parrat por ejemplo, afirman que nunca hubo nada parecido al maltrato sino todo lo contrario. A Piaget le encantaban los niños, todos en general, incluído por supuesto sus hijos, y siempre disfrutó mucho de entrevistarlos y oir sus respuestas - sui géneris y poco predecibles - frente a las preguntas o tareas que él les planteaba.

El mismo Piaget declaró este gusto por los niños más de una vez. Puede verse el último párrafo de esta entrevista a modo de ejemplo.

Ojalá que este post sirva para corregir la información imprecisa que circula por la web.

Del
Blog de Susana Frisancho
Desarrollo Humano, Constructivismo y Educación

Escuela Rural, la Eterna Lejanía

Dos millones de niños y adolescentes peruanos, un tercio del alumnado nacional, estudia en escuelas rurales. Éstas representan el 70% de los centros educativos públicos que tenemos en el país. A pesar de la magnitud de estas cifras, nueve de cada diez de estas escuelas carece de personal docente suficiente, por lo que un profesor debe atender varios grados o, en muchos casos, a toda la escuela. Más grave que eso, alrededor del 90% de estos centros educativos enseña a sus estudiantes en un idioma que no hablan, es decir, en castellano. Se estima en más de un millón los estudiantes que viven en comunidades rurales cuya lengua materna no es el castellano. Por si esto fuera poco, en estas escuelas se imparte sólo 400 horas efectivas de clase al año, cifra bastante alejada de las 1000 horas que disponen las normas. Las consecuencias de esta situación son conocidas: 9 de cada 10 niños que terminan 2º grado en la escuela rural no comprenden lo que leen ni logran las destrezas matemáticas esperadas para su edad.

Los males de los niños y adolescentes que viven en el campo no acaban allí. El 37% de muchachos entre los 12 y los 16 años está fuera de la educación secundaria. La mitad de los niños que están entre los 3 y los 5 años de edad están fuera de la educación inicial. El 98% de los niños menores de 3 años no recibe atención educativa alguna. Digamos que la educación como derecho es un concepto que no aplica para las familias campesinas en nuestro país.

Leí con atención las propuestas de los candidatos a la presidencia del Perú para la educación rural, y encontré por ejemplo que para Keiko Fujimori, la solución a los problemas de la educación rural se resume, escuetamente, en la eliminación de la pobreza extrema y la provisión eficiente de servicios de calidad. La solución que propone Luis Castañeda es algo más elocuente y consiste en organizar programas de alimentación escolar, en propiciar escuelas de alternancia, que suponen un régimen parcial de internado, dándoles autonomía de gestión, y en la formación de Comunidades Locales de Administración de la Educación. Pedro Pablo Kuczynski no propone nada al respecto en su Plan de Gobierno.

Para Ollanta Humala, se trata básicamente de promover una educación rural con perspectiva intercultural, pues somos un país diverso que necesita afirmar su identidad y ejercer la tolerancia. Alejandro Toledo abunda más en el tema y propone diseñar un nuevo modelo de educación rural, con escuelas que respeten la diversidad y ofrezcan educación bilingüe e intercultural, se gestionen territorialmente y se apoyen en Centros de Recursos instalados en las cuencas. Plantea que todas tengan el personal docente completo, el equipamiento necesario, servicio de alimentación, de atención en salud y de transporte para los estudiantes, y alojamiento para el docente, al que se le daría un 20% de bonificación por enseñar en zona rural. Propone metas altas de cobertura para todas estas acciones.

No me es posible dialogar con ideas tan escuetas y generales como «educación de calidad», «eliminación de la pobreza» o «educación intercultural», como las que proponen Fujimori y Humala para la escuela rural. Menos aún, en el caso de Kuczynski, con propuestas inexistentes, cuya omisión revela la escasa importancia que le concede al problema.

A Castañeda sí le puedo decir que, estando de acuerdo con su programa nutricional, el modelo de educación en alternancia no puede convertirse en único para todas las zonas rurales del país, que no se entiende qué cosa son las comunidades locales de administración, pero que detrás de la idea de gestión autónoma en el medio rural se suele vender la ilusión de que comunidades pobres pueden resolver sus problemas por sí mismas, cuando lo que necesitan justamente es mayor presencia del Estado.

A Toledo, que su propuesta requiere un sistema de gestión cualitativamente distinto del que ahora tenemos, que carecemos de una oferta formativa de calidad para formar y acompañar a maestros de escuela rural y que sin esas dos condiciones, la sopa se le va a aguar. Amigos periodistas, insistan por favor en preguntar a los candidatos qué van a hacer con la educación.

Leer a Mafalda a los 8 años

Estoy abrumada por las cosas que han pasado últimamente en el proceso electoral y no encuentro la calma necesaria para sentarme y comentarlas. Lo haré más adelante, cuando el ambiente se haya enfriado un poco, pues lo que ocurre en nuestro país necesita un post reflexivo y no uno escrito por impulso.

Hace mucho tiempo, en una clase sobre el condicionamiento operante de Skinner, una profesora nos dijo que cuando se está frente a demasiados estímulos, el organismo suele escapar de ellos haciendo cualquier otra cosa, como el niño que tiene tanta pero tanta tarea que no sabe por dónde empezar y se pone a ver televisión. Y eso es lo que hago ahora: hay demasiado por comentar respecto a las elecciones así que mejor les cuento algo sobre Mafalda, que es la última lectura a la que Paulo se ha dedicado luego de sacar uno de sus comics de la biblioteca del colegio.


Con cierta frecuencia oigo a personas quejarse de que sus hijos no leen. Dicen que ellas han comprado un libro de historia, o Harry Potter, un libro de experimentos o un cuento que alguien les recomendó, pero que no han conseguido que el niño se enganche con la lectura. También con cierta frecuencia oigo decir a estas mismas personas que sus hijos querían espontaneamente leer tal o cual cosa, pero que a ellas ese libro les había parecido horrible, o aburrido, o lleno de palabras soeces, o muy violento, o demasiado infantil para la edad del niño, o irrevente y ateo, o demasiado religioso, o muy político, o lo que fuera, y por eso no lo habían permitido.

Craso error. Siempre aconsejo a los padres posponer un poco sus propias valoraciones sobre los textos que les interesan a los niños y dejarlos acercarse a la lectura a partir de lo que a ellos verdaderamente les interesa y disfrutan. Las razones por la que los niños se interesan en un libro son disímiles y muchas veces están fuera de la comprensión de los padres. En la medida de lo posible, hay que dejar que el propio niño escoja lo que quiere leer, y tener en mente que de lo que se trata es de acercarlos a la lectura y hacer que esta sea una experiencia gratificante. Esto no se logrará si no se le permite al niño leer lo que le gusta.

Paulo, que tiene 8 años, ha traído a casa un comic de Mafalda, y habría que verlo ponerse a leer solito, todas las noches, varios de sus chistes. La verdad, hace algún tiempo intenté leer Mafalda con él pero ví que ésta no lo seducía, así que el intento quedó en nada en aquel momento pues él estaba muy pequeño para ese tipo de literatura.

Sin embargo ahora, y por propia iniciativa, está totalmente involucrado en su lectura. Claro, me doy cuenta de que no entiende ni la mitad de los chistes que lee, pero eso no es impedimento para que disfrute la lectura, se ría a carcajadas con los textos, y pase un momento placentero antes de irse a dormir. Uno podría pensar que Mafalda es demasiado política para un niño tan pequeño y que sus chistes requieren, para tener sentido, de un contexto historico, social y político, y de una cantidad de información que un niño de esa edad todavía no posee. Y sí, es cierto, quien piense así tendría mucho de razón.

Pero Paulo se ríe de cosas muchísimo más concretas de lo que uno puede imaginar: la cara de Manolito en determinada viñeta (especialmente cuando saca la lengua), la manera de correr de una anciana que se asusta de Mafalda, que a ella en algunos dibujos no se le vea la boca, los juegos de palabras (esto le llama particularmente la atención), los giros argentinos (el uso del vos por ejemplo...), y algunas características de los personajes que son más fáciles de identificar para él, por ejemplo, las ganas de fastidiar de Susanita o que Manolito sea tacaño. Alrededor de esta lectura, como sucede siempre que un niño lee, se generan innumerables oportunidades de construcción de conocimiento. De hecho, él aprende muchas palabras nuevas y neologismos en cada uno de los chistes (la última fue correoso, que indicaba que el papá de Manolito usaba mucho la correa con él), lo que le permite tomar conciencia de que el lenguaje es una herramienta flexible, que cada usuario utiliza, en cierta forma, a su manera. También se descentra, pues se pone en la perspectiva de los distintos personajes y esto hace que vaya construyendo de a pocos la capacidad de ver el mundo desde puntos de vista distintos al propio. Asocia distintas características de los personajes y distintos comportamientos en un todo con sentido, lo que lo ayuda a establecer relaciones de parte y todo. Y hace juicios morales, pues comenta los comportamientos de uno y otro personaje haciendo juicios de valor. Obviamente, cuando no entiende un chiste yo se lo explico, y pienso que esto lo ayuda a flexibilizar su pensamiento y a ver ángulos nuevos de la realidad. En fin, me estoy quedando corta en relación a la riqueza que la lectura tiene para un niño.

Animo una vez más a los padres a no juzgar equivocadamente los intereses de sus hijos y sobretodo, a no imponerles los suyos. Incluso una lectura como Mafalda, tan adulta en cierto sentido y aparentemente tan fuera del alcance de los niños, es una fuente invalorable de placer y aprendizaje para ellos. No hay que privarlos de estas experiencias.

personajes Mafalda
Del Blog de Susana Frisancho
Desarrollo Humano, Constructivismo y Educación


¡Que le Corten la Cabeza!

Un profesor universitario solicita a sus alumnos leer tres breves artículos periodísticos, que explican desde distintas ópticas las posibilidades y límites del crecimiento económico del Perú en los últimos años. Luego, les pide comparar las ideas de sus autores, para establecer los parecidos, las diferencias y las oposiciones entre sus puntos de vista; y además, enjuiciar la propuesta económica de uno de los actuales candidatos presidenciales, recogiendo los aportes más importantes de estos tres autores. Al cabo de dos semanas, sus alumnos le entregan tres tipos de informes. Algunos son sólo resúmenes de cada artículo, colocados en un mismo documento de manera secuencial. Otros relacionan los tres textos pero no las ideas principales, sino información de segunda importancia. Hay finalmente los que interpretan de manera libre el pensamiento de cada autor y relacionan ideas que, en estricto, ninguno de ellos ha suscrito. En cuanto al segundo encargo, la mayoría ha emitido una copiosa opinión personal sobre las propuestas del candidato, pero que no recoge el enfoque de ninguno de los autores, como les fue solicitado. El profesor quiere llorar.

Estos jóvenes ya culminaron su escolaridad, pero no pueden encontrar lo esencial de una o más fuentes de información ni establecer una relación simple entre sus significados ¿De dónde viene esta incapacidad? Howard Gardner, investigador de la Universidad de Harvard, afirma que los niños entre los 4 y 5 años de edad tienen una gran facilidad para establecer conexiones de sentido entre sus ideas, observaciones y suposiciones. No importa si de manera arbitraria o fantasiosa, el hecho es que su mente fluye relacionándolo todo para construir respuestas a los continuos interrogantes que formulan a la realidad. Pero esta capacidad intelectual terminará sobrando en la escuela, porque allí adentro las preguntas y las respuestas que antes construían por sí mismos, las van a encontrar ya hechas, listas para copiar, recordar y repetir. Digamos que como allí no necesitan pensar, les cortarán la cabeza.

Es evidente para cualquier observador que la ambiciosa reforma curricular de fines del siglo XX no logró cambiar sustancialmente este modo de enseñar, respaldado en una tradición tan extendida y antigua que terminó enraizada en la cultura. No es casualidad, por ejemplo, que la resolución de problemas siga teniendo un lugar tan minúsculo e irrelevante en la enseñanza de la matemática, siendo justamente una actividad que exige pensar y relacionar datos de distintas fuentes para aplicarse de muy diversas –y creativas- formas a situaciones concretas. Para muchos docentes, las actividades que requieren pensar le quitan demasiado tiempo y los retrasa. Por eso, cuando una prueba nacional de rendimiento propone problemas matemáticos, demanda a los muchachos habilidades que nunca aprendieron.

Cultivar el arte de pensar en las escuelas públicas y privadas supone revolucionar una pedagogía tercamente aferrada a la ilusión de que el aprendizaje es la respuesta automática de un estímulo denominado enseñanza, donde la cabeza de la gente sólo sirve para peinarse. Ciertamente, esto exige empezar por casa, es decir, por los formadores de docentes y los programas de desarrollo profesional en curso, los que en buena medida no podrían exhibirse como prototipo de ese admirable, esquivo y anhelado arte.

Edgar Morin, el distinguido sabio francés, afirma que aprender a pensar supone ir más allá del dominio de la lógica, pues es posible construir una argumentación muy coherente sobre cualquier cosa, por ejemplo, sobre la política de formación docente, basada al mismo tiempo en premisas falsas: en suposiciones no comprobadas, en prejuicios, en ideas erróneas, incluso en simplificaciones ingenuas o interesadas de la realidad. La pregunta es en qué momento vamos a caer en cuenta que sin esta condición, los aprendizajes que hoy demandan el currículo y las pruebas nacionales de medición son a la larga inviables.
Por: Luis Guerrero Ortiz


jueves, 17 de febrero de 2011

La Esquiva Felicidad

Es preciso contribuir a través de la educación a que los discípulos encuentren placer en aquello que tienen que aprender. Esto dijo Platón 300 años antes de Cristo, convencido de algo elemental pero que, 23 siglos después, ya se nos perdió en el camino: si la experiencia de conocer está asociada a la felicidad, saber más se volverá una necesidad y aprender, una pasión. Pero ¿Qué pasa cuando una mayoría de niños o adolescentes, a requerimiento del investigador, califican como bueno a su maestro y, al mismo tiempo, expresan su deseo de que los trate con más respeto y que responda sus preguntas en clase? Si el maltrato, el desdén o el menosprecio como experiencia interpersonal recurrente no impide a un muchacho otorgarle al hecho una valoración positiva, es por una de dos razones: está mintiendo para protegerse, o aprender con desagrado en un contexto insípido y hostil ya le resulta normal. Podría haber un tercer motivo: tiene la experiencia de algo peor.

Tres investigadoras colombianas, María Teresa Matijasevic, Mónica Ramírez y Carolina Villada, publicaron a fines del año pasado un artículo muy iluminador sobre el concepto de «bienestar subjetivo» (1), etiqueta con la que se denomina comúnmente, en el mundo de la economía, al grado de satisfacción de las personas con su propia vida y a sus estados de ánimo más constantes. El interés por relacionar los progresos en los indicadores económicos de un país no sólo con el acceso a servicios o con los niveles de ingreso de la gente, sino con la valoración subjetiva de su situación, tiene por lo menos 40 años. Esta preocupación es la que dio origen en su momento al concepto «calidad de vida», con el que se buscaba integrar ambas dimensiones, asumiéndose que mejorar la calidad de vida de las personas debía ser el objetivo principal de la acción del Estado en todos los ámbitos de la experiencia social.

Matijasevic, Ramírez y Villada afirman que la noción de «bienestar subjetivo», que los propios economistas asocian a la noción de «felicidad», puede tener otras interpretaciones, como la gratificación por la realización de metas personales, por la coronación de los propios esfuerzos o por conductas orientadas al bien. Lo que es indiscutible es la importancia concedida no por filósofos sino por economistas interesados en el crecimiento del Producto Bruto Interno y la renta per cápita de las naciones, a llevar el apunte del nivel de satisfacción de las personas con su experiencia de vida. Una experiencia que, se supone, debiera ser tanto más feliz cuanto mejor luzca el estado de la economía de su país y de su propia familia.

Me encontré con este tema hace varios años, justamente en la ciudad de Bogotá, y desde entonces me he preguntado cómo es que se ha instalado en las políticas públicas el hábito de hacer mediciones nacionales del rendimiento de los estudiantes, pero no se nos ha ocurrido efectuar también mediciones del grado de bienestar que experimentan en la relación con su profesor, con su escuela y con las decisiones de política educativa que logran llegar al aula. Y no es que nos falten indicios de lo que ocurre allí adentro, ni evidencia científica a favor del agrado como un factor clave para provocar la fluidez del pensamiento y la intensidad de la concentración en una situación de aprendizaje.

Ocurre que para algunos, hacer de la vida escolar una experiencia feliz es un tema esotérico o de segundo orden y creen que lo importante es enfocarse en los rendimientos. No asocian el agrado y la satisfacción con la experiencia misma de investigar, descubrir y conocer, ni con la posibilidad de aprender a aprender de manera autónoma, sino apenas con la gentileza del portero o la amabilidad ritual de la maestra. Para los responsables de la política educativa, en cambio, que pueden entender mejor el valor de este asunto, mantener esa puerta cerrada les ahorra preocupaciones y responsabilidades, por lo que prefieren suscribir los argumentos de los primeros.

«Felicidad, estás allí, en los latidos del vivir, cuánto daría por encontrarte», canta Laura Pausini. Y aunque los alumnos cantan lo mismo ¿Qué hacer para impedir que pierdan la ilusión de hallarla donde quieran, pero también en los aprendizajes?
Por: Luis Guerrero Ortiz


Publicado y difundido por la Coordinadora Nacional de Radio (CNR)

(1) María Teresa Matijasevic, Carolina Villada y Mónica Ramírez (2010). «Bienestar subjetivo: Una revisión crítica de sus resultados, alcances y limitaciones». En: Revista RegionEs. Volumen 5 Nº 1 Agosto 2010. Número temático: Bienestar subjetivo y calidad de vida. CRECE-INER, Universidad de Antioquia. Observatorio del Caribe Colombiano.

Ecos Lejanos de Mundos Invisibles

Las jovencitas saben que pueden ser violadas. Por eso, antes de emprender el viaje se inyectan anticonceptivos hormonales por vía intravenosa, que las protegerán del embarazo pero, claro está, no de las infecciones ni mucho menos de la muerte. Las niñas no lo saben y sueñan con encontrar al final de esa oscura travesía el gran acuario que han visto por televisión. Pero sus padres sí y también las inyectan. Miles de niños y jóvenes se enfrentan cada año a secuestros, violaciones y asesinatos al intentar cruzar las fronteras de México, ilusionados con hallar en los Estados Unidos una vía de escape a la miseria. Lo espeluznante es que la gente acepta con pasmosa resignación el que esa gran ilusión pueda acabar finalmente en tragedia y en una fosa común, sin que a nadie le importe.

Estremecedores testimonios de todo esto pueden hallarse en el video llamado Los Invisibles, producido por Marc Silver y Gael García Bernal, el conocido actor mexicano, difundido por Amnistía Internacional. Estos migrantes son, en efecto, invisibles, pues a pesar de ser miles y padecer esta tragedia a diario, el resto de la sociedad no se da por enterada o, al igual que ellos mismos, se ha habituado tanto a convivir con ella que ya es como si no existiera.

El tema no es nuevo. En realidad, la lista de los invisibles es muy antigua y bastante extensa. Invisibles son, por ejemplo, los 15 mil peruanos que han muerto en accidentes de carretera en los últimos 5 años, producto del pésimo sistema de transporte que existe al interior del país. Sus usuarios aceptan la posibilidad de la muerte con naturalidad y siguen subiéndose a vehículos en cuyo mantenimiento nadie invierte un centavo, poniendo su vida en manos de choferes inexpertos e indocumentados que se desbarrancan cada semana. Es eso o nada.

Invisibles son los casi 50 mil adolescentes que pese a vivir en Lima y estar en edad de cursar la secundaria, no asisten a ninguna escuela. Si sabemos que la educación escolar no les posibilita las capacidades que necesitan para afrontar la desocupación o un empleo precario a razón de 0.80 centavos de dólar la hora, la falta de ella les dejará aún más desarmados ante la pobreza y la tentación de la ilegalidad o la violencia. El sistema educativo formal no tiene nada que ofrecer a estos muchachos y jamás le ha interesado tampoco acomodarse a sus posibilidades. Demás está decir que la llamada «educación alternativa» dirigida a quienes no pueden asistir a clases regulares es la modalidad en la que menos invierte el Estado peruano y cuya calidad nadie supervisa. O lo toman o lo dejan.

Invisibles son también las más de 60 mil adolescentes que se embarazan cada año, sólo en la ciudad capital. Los dramas de cada niña son su problema y la única respuesta que suelen recibir de parte de sus maestros es la separación del colegio, además de la censura moral. En el mejor de los casos, la autoridad educativa repartirá libros sobre sexualidad que les enseñen las diferencias anatómicas entre hombre y mujer, sin avanzar más allá por temor a la reacción eclesiástica; o se pondrá de lado para que el Ministro de Salud se haga cargo. Las niñas tendrán que aceptarlo y marcharse a casa o acabar en una clínica clandestina.

La política educativa, más allá de la insufrible y vacía retórica oficial o la emisión de normas que después se incumplirán sin que nada pase, no tiene respuestas para ellos. Son los invisibles y tendrán que aceptar que la exclusión, la frustración y la indiferencia son la otra cara de su derecho a educarse, contra la que no hay vacuna disponible. Aunque quizás sí. Podríamos probar con una política pública auténticamente interesada en las personas antes que en la imagen, el beneficio político y los pequeños intereses de las autoridades de turno.

Por: Luis Guerrero Ortiz


domingo, 23 de enero de 2011

M-Learning

Leo en un artículo en www.cadenaser.com que los niños aprenden antes a usar un "smartphone" que a atarse los cordones. Entre esto y que ya los chavales empiezan a tener un móvil a muy temprana edad nos encontramos en una situación ante la cual podemos tener dos actitudes. La primera, la que más se lleva, es la de echarnos las manos a la cabeza y despotricar un poco (valen aquí todo tipo de expresiones del tipo "en mi época esto no pasaba" o "los niños de hoy en día"). La segunda es aprovechar la situación. Pero para esto tenemos que educar en cómo hacer un uso adecuado de esta herramienta y no caer en situaciones conflictivas. Este es uno de los grandes retos de los educadores con las TIC al que dentro de poco le dedicaremos un post.

Una vez superado estos conflictos y educados en el buen uso del móvil, tendremos una herramienta muy válida, extendida y fácil de utilizar en nuestro aula. Os dejo aquí un interesante artículo sobre el concepto de M-Learning.

El teléfono móvil como herramienta educativa: el M-Learning



Los Sueños del Rey

¿Sabes con quién sueña el rey? Le preguntaron. Nadie lo sabe, respondió. Sueña contigo, le dijeron. Y si dejara de soñar, ¿Sabes lo que sería de ti? Pues no lo sé, contestó intrigado. Desaparecerías, le dijo su interlocutor. Eres una figura de su sueño. Si el rey se despertara, te apagarías como una vela. Este pequeño cuento de Lewis Carrol, el autor de «Alicia en el país de las maravillas», me lleva a pensar hasta qué punto determinadas realidades cuya verdad pareciera ser obvia, son sólo una ilusión, están fabricadas de palabras y se asemejan a lo real sólo porque han sido pronunciadas desde el poder. Cuando el monarca ya no esté, sin embargo, y no pueda seguir soñando y fabulando, la ilusión se apagará como una vela.

No puedo dejar de recordar este cuento de Carrol después de leer el «Informe Preelectoral» elaborado por la Presidencia del Consejo de Ministros, que reseña los logros de la administración 2006-2011 en todos los campos de la gestión pública. En lo que corresponde a educación, dicen que los incrementos presupuestales han permitido financiar «diversas actividades de reforma», como el establecimiento de estándares educativos, la carrera pública magisterial, el programa de alfabetización, el incremento de horas lectivas, el programa de laptops para maestros y estudiantes, el programa de capacitación docente, las evaluaciones a alumnos y maestros y la mejora de la infraestructura educativa pública a nivel nacional. Gracias a esta inversión, agrega el informe, ahora hay un poco más de niños que terminan la primaria y la secundaria, y que pasan a segundo grado sabiendo leer.

Que este conjunto de acciones representan una «reforma de la educación» es una osadía que puede simular ser realidad sólo porque está en la imaginación o en los sueños del rey. Como es de público conocimiento, el proyecto de reforma educativa que el propio Estado peruano encargó por ley al Consejo Nacional de Educación, fue aprobado por esta gestión gubernamental y casi inmediatamente desestimado por el Presidente, quien con gran desenfado dijo que no tenía mayor valor y prefirió invertir en ideas de su propia inspiración.

Así es como se saca del sombrero un programa de alfabetización y otro de municipalización, ampliamente cuestionados, que en casi cinco años no han podido demostrar resultados de manera seria e irrefutable; se compra y reparte laptops a diestra y siniestra sin invertir en mecanismos que garanticen el uso efectivo, adecuado y óptimo de una herramienta extraña a la cultura oral y copista que predomina en las escuelas; se crea un programa de capacitación docente cuya efectividad ha discutido hasta el propio Ministerio de Economía; o se efectúa una inversión millonaria en un puñado de colegios limeños, que no ha hecho sino poner más en evidencia el escaso valor del resto de escuelas públicas, la mitad de las cuales, casualmente las que atienden a los más pobres, no tiene agua ni electricidad.

Pero que este conjunto de acciones, que se autodefinen como «reforma de la educación», puedan exhibir como logro un leve aumento de la escolaridad o la capacidad lectora de los estudiantes, como lo hace el informe, ufanándose con desparpajo hasta de la paliza que recibimos en la última prueba PISA, como si fuera un mérito terminar en el puesto 63 de 65 países, precedidos por Azerbaiyán, ya no es una osadía sino un infundio, una ofensa y una gran decepción. ¿Ese es el horizonte de una reforma estructural del sistema?

Lo que hemos presenciado en la política educativa de estos años es el producto de un pragmatismo radical, interesado básicamente en el corto plazo y en el impacto mediático de sus medidas. No ha importado tanto solucionar los problemas cuanto simularlo con el mayor realismo posible, parapetándose en cifras, poses e imágenes. Y es que si se trata de crear un efecto político, basta y sobra que la gente crea que se están solucionando. A cuatro años de aprobado el Proyecto Educativo Nacional, la ambiciosa reforma de la educación peruana que delineó con rigor sigue siendo un desafío, que esperemos sepa afrontar el próximo gobierno.

Por: Luis Guerrero Ortiz


Acerca de la Selección de Profesores


Este año me ha tocado seguir más o menos de cerca la manera en que los colegios y/o consultoras seleccionan a los profesores de educación básica. Me he quedado impresionada por lo siguiente:


1) Todos aquellos con los que he tenido contacto utilizan para seleccionar a los profesores pruebas proyectivas, ya sea el dibujo de la figura humana, el del hombre bajo la lluvia, o la prueba de frases incompletas.

2) Ninguna de las instituciones que he visto hace algún tipo de evaluación por competencias. No se le pide al docente un portafolio, ni un ensayo sobre su sentido de la educación, ni la planificación de una clase, ni un material educativo que él o ella haya elaborado.... nada de nada. Y mucho menos se lo observa en un aula, dando clase.

3) Algunos, pero pocos, utilizan la entrevista. En muchos casos esta es desestructurada y no se sabe bien a qué apunta.

En fin... como digo, esto me ha dejado anonadada. Y hay varias cosas que reflexionar:

Primero: ¿Cuál es el objetivo de la evaluación? Pienso que este puede estarse perdiendo de vista. ¿Se quiere descartar patología? En ese caso las pruebas proyectivas son, a mi juicio, demasiado generales. Entiendo que se desee seleccionar personas saludables, gente que no tenga problemas de consumo de sustancias, de tendencias sexuales desviadas (e.g. pedofilia) o de psicopatía, pero este descarte podría y debería hacerse con instrumentos más precisos, con pruebas especiales, baremadas, diseñadas para tal fin. ¿Por qué la figura humana...? No lo entiendo.

Yo, siendo psicóloga, confío en muy pocas personas como expertas en el uso de instrumentos proyectivos... Y no me atrevería a interpretar ninguno yo misma, hay que tener mucha, muchísima experiencia y formación psicodinámica para poder sacar algo de utilidad del dibujo de la figura humana, más aun cuando estas pruebas son muy conocidas y están totalmente distorsionadas por su divulgación en todos lados, incluído el internet. Y la verdad, no se si los psicólogos que seleccionan docentes tienen el nivel de expertise necesario para usar estos instrumentos con rigurosidad y sentido. Tomados al tuntun, descontextualizados, y analizados en 15 minutos (como me consta que se hace en muchos de estos procesos de selección) los dibujos y las frases se parecen mucho a la bola de cristal, en la que cada uno ve lo que desea. ¿Es esto serio y justo para con el candidato? Me parece que no.

Por supuesto, esto trae a colación el tema más general de la evaluación psicológica y el mal uso que se hace de esta, así como el abuso de una visión clínica en la educación y los colegios, que desde mi punto de vista (y lo he dicho en repetidas ocasiones en este blog), no aporta nada a lo que la institución educativa necesita y demanda. La formación en evaluación es precaria en las universidades, los psicólogos en general no salen sabiendo utilizar y mucho menos crear instrumentos psicológicos válidos y confiables, ni están formados para no creerle a un solo instrumento y pensar en que una evaluación debe hacerse con varios a la vez, cruzando los datos de una prueba con la otra y haciendo validez concurrente (ver si lo que veo en el dibujo se confirma con los resultados de una prueba psicométrica, por ejemplo). Y si añadimos a esto el alto costo de las pruebas psicológicas, por las que nadie quiere pagar, y los asuntos de copyright (que se han endurecido mucho últimamente), tenemos la figura completa: es más barato y menos complicado agarrar un papel y hacerle dibujar cosas a la gente, aunque luego la interpretación de los mismos sea casi casi como un acto de adivinación.

Segundo:Si me dijeran que se trata de una evaluación psicológica y no de competencia pedagógica, igual insistiría en que utilizar solo un par de pruebas proyectivas es insuficiente para lo que se debería identificar en un docente. Procesos tales como su autoeficacia, su capacidad de solucionar problemas, su sistema de valores (especialmente en relación a la educación y su sentido), su estructura moral, así como capacidades más específicas como la de ser cognitivamente flexible y reflexivo, son algunos aspectos psicológicos que sería quizá relevante evaluar en un profesor. Buscar patología, si bien no quiero desestimarlo como objetivo de la evaluación, no es lo único que debe hacerse si queremos seleccionar a buenas personas para la docencia.

Tercero: Y definitivamente, una evaluación psicopedagógica debería ser parte del proceso de selección. Además de pruebas psicológicas y una buena entrevista, no hay nada mejor que examinar los materiales y clases del profesor, y por supuesto verlo en acción en el aula.

Del Blog de Susana Frisancho
Desarrollo Humano, Constructivismo y Educación

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