miércoles, 12 de agosto de 2009

A más Materiales Escolares ¿Más Reforma?

Cuando Gabriel García Márquez escribió prolijamente la historia de los Buendía, aquella familia que estuvo condenada a vivir cien años de soledad, no imaginó que la voluminosa edición de lujo de su novela, encuadernada con pasta dura y en formato grande, iba a ser utilizada por Ernesto como una eficiente tranca para la puerta de su dormitorio, la que por alguna extraña razón tendía a cerrarse sola. Sólo años después de recibir este valioso obsequio y por motivos bastante ajenos al libro mismo, le nacería un repentina curiosidad por empezar a leerlo. En realidad, bastante parecido suele ser el destino de las cosas que recibimos sin comprender su valor ni sentir la necesidad de su uso o cuando, peor aún, las percibimos como perturbaciones a las rutinas en las que estamos cómodamente instalados.

Recordaba esta anécdota a propósito del reciente mensaje a la nación del Presidente del Perú, cuando puso como prueba de la reforma educativa que cree estar emprendiendo, el haber apoyado a 35 mil maestros en la adquisición de laptops y entregado 292 mil computadoras a estudiantes de las escuelas rurales unidocentes, así como la existencia de 1,231 puntos de televisión educativa digital en el país, que en el 2010 serán 5 mil puntos, beneficiando a 100 mil docentes y un millón 800 mil estudiantes. Impresionante.

El problema es que desde 1997 se ha venido invirtiendo mucho dinero en dotar a las escuelas de textos, bibliotecas escolares y material didáctico, sin haber logrado reunir hasta hoy evidencia alguna sobre su impacto positivo en la enseñanza y los aprendizajes. Más bien, diversas investigaciones de GRADE o el Instituto de Estudios Peruanos confirman lo que diversos recorridos por las escuelas ya habían revelado: el material no se usa. Y los pocos que lo usan lo hacen mal, sólo en parte y de manera muy subordinada a las rutinas largamente institucionalizadas de dictado y copiado. Pese a saberlo, el material se sigue repartiendo ciegamente cada año.

Pues bien, el sistema de gestión que desde entonces hace un enorme esfuerzo por distribuir regularmente estos materiales a más de 30 mil escuelas, pero que en doce años no ha sabido cómo hacer para monitorear ni provocar su uso ni para evaluar sus resultados, sigue siendo el mismo. Es decir, continúa funcionando de manera autocentrada, burocrática y no ha sido objeto de reforma alguna ¿Qué garantía tenemos, entonces, de que la historia no se repetirá con las enésimas computadoras que se entregan ritualmente a las escuelas desde 1990?

Noel McGinn, profesor emérito de la Universidad de Harvard, decía que las reformas educativas en América Latina siembran ellas mismas la semilla de su propio fracaso, debido a su estrategia. Es decir, constituyen esfuerzos por reconfigurar su educación en función a objetivos trazados por sus Ministerios y que no se interesan en consensuar con nadie. Esta forma de decidir y planificar, dice McGinn, fue típica de la época de la industrialización y la centralización, pero hoy sólo consigue generar procesos ineficaces con los que no se compromete ni el propio funcionariado público. Menos los maestros.

Penosamente, para un sector del Estado concertar los propósitos y procedimientos de las políticas con docentes, familias y gobiernos regionales, para convertirlos ya no en operadores sino en agentes convencidos de la reforma, es retardatario. Mientras así piensen, los nuevos recursos tecnológicos anunciados por el Presidente correrán peor suerte aún que la admirable novela de García Márquez.
Por: Luis Guerrero Ortiz.

Difundido por la Coordinadora Nacional de Radio
Publicado en su sección Pluma y Oído

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