Referirse a una educación intercultural es hacer alusión a una educación para la diversidad cultural, como bien afirma Carlos V. Zambrano, quien de manera muy atinada hace notar que desde 1990, esta ha cobrado mayor fuerza en América Latina. Sin lugar a dudas, la educación intercultural tiene como finalidad revalorar no solamente el pasado indígena sino también su presente, es decir no solo enfrentarse a la función social que tiene la historia sino también a su utilidad plasmada en la tradición, presente en la vida diaria de los pueblos.[1]
Cuando se menciona el tema de una educación intercultural, muchos docentes excluyen una educación científica, el mismo fenómeno ocurre cuando se hace referencia a una educación científica, de inmediato, el docente excluye una educación intercultural. Los docentes no han logrado deshacerse del gran mito en torno al divorcio entre humanitas y ciencia, lo cual no podemos negar que es notorio en nuestro medio tanto a nivel elemental como a nivel superior. En este sentido, la educación CTS fomenta un espacio de encuentro entre estas dos maneras de percibir el mundo y aporta una visión social sobre la significación de la actividad científica y tecnológica, al respecto Mariano Martín Gordillo afirma: “CTS incorpora la riqueza interpretativa de las disciplinas humanísticas y sociales para entender en qué consiste la actividad tecnocientífica y cómo se desarrolla”.[2]
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